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Blondel
III.F._ Sobre Blondel - Historia de la filosofía de Copleston.
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...(Maurice) Blondel (1861-1949) no era un defensor del movimiento de "vuelta a Santo Tomás de Aquino". En su opinión, el pensador cristiano, interesado por el desarrollo de la filosofía de la religión, no debe tratar de ir hacia atrás, sino que más bien ha de entrar en el proceso de la filosofía moderna y, partiendo de su mismo interior, rebasarlo. Estaba convencido de que el concepto de la filosofía como autónoma pero autolimitante era una gran contribución del pensamiento moderno. Tal concepto hacía posible por primera vez una filosofía que, a la vez que apuntara hacia la Trascendencia, se abstuviese, mediante su propia limitación crítica, de querer capturar al Trascendente en una red racionalista. Habría así lugar para la autorrevelación divina. Otra contribución de la filosofía moderna (aunque esbozada ya en el pensamiento anterior) era la de abordar el ser por medio de la activa reflexión del sujeto sobre su propio dinamismo del pensamiento y la voluntad; en otras palabras, siguiendo el método de la inmanencia. Blondel opinaba que sólo con un enfoque así podría desarrollarse una filosofía de la religión que tuviera algún significado para el hombre moderno. Para que Dios llegue a ser una realidad para el hombre, y no simplemente un objeto de pensamiento o de especulación, hemos de redescubrirle desde nuestro interior, no por cierto como si fuese un objeto susceptible de ser hallado por vía introspectiva, sino llegando a comprender que el Trascendente es la meta última de nuestro pensamiento y de nuestra voluntad.
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Blondel hace una distinción entre lo que él denomina "la voluntad volente, o que quiere" (la volonté voulante) y "la voluntad querida" (la volonté voulue). La segunda consta de distintos actos de volición: quiere uno primero esto y después aquello. La voluntad volente "es el movimiento común a toda voluntad". No es que Blondel suponga que en el hombre hay dos voluntades. Su tesis es que hay en el hombre una aspiración básica o movimiento (la volonté voulante) que se expresa en el querer distintos fines u objetos finitos pero sin poder hallar nunca satisfacción total en ninguno de ellos, sino tendiendo siempre a rebasarlos. Este movimiento no es, de suyo, el objeto de la introspección psicológica, sino más bien la condición de todos los actos de la voluntad o voliciones y, a la vez, lo que vive y se expresa en ellos y pasa más allá de ellos, por serle inadecuados. Más aún, es la operación de la voluntad básica que lleva al pensamiento y al conocimiento. "El conocimiento no es nada más que el término medio, el fruto de la acción y la semilla de la acción". Así, hasta las matemáticas pueden verse como "una forma del desarrollo de la voluntad". Sin que de aquí se siga que la verdad sea simplemente lo que nosotros decidamos que ha de ser. Lo que Blondel pretende decir es que la vida toda del pensamiento y de los saberes humanos, sea en ciencia o en filosofía, está enraizada en la actividad básica del hombre y debe ser vista en relación con ella. En su opinión, la génesis y el sentido o el fin de la ciencia y de las filosofías sólo pueden comprenderse propiamente en términos de la orientación fundamental y dinámica del sujeto.
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La filosofía de la acción puede ser descrita como una investigación sistemática de las condiciones y la dialéctica del dinamismo del sujeto, o como una reflexión crítica sobre la estructura 'a priori' de la voluntad volente, vista en su determinarse o expresarse en el pensamiento y en la acción del hombre, o, quizá, como una reflexión crítica sobre la orientación básica del sujeto activo según se manifiesta en la génesis de la moral, la ciencia y la filosofía. La palabra "sujeto" no ha de entenderse en el limitado sentido del yo cartesiano, ni tampoco en el del yo trascendental del idealismo alemán. Pues la acción es la vida del "compuesto humano, síntesis 'de cuerpo y alma'". Y lo que a Blondel le interesa es la orientación básica de la persona en cuanto que ésta tiende a una meta. En otras palabras, él está empleando el método de inmanencia para solucionar lo que ve como el problema del destino humano.
Para poner un ejemplo: Blondel trata de mostrar que la idea de libertad se levanta sobre la base del determinismo de la naturaleza. La voluntad está sometida a deseos y tendencias, pero en su potencial infinitud trasciende el orden factual y se lanza hacia fines ideales. Sobre la base de un determinismo de la naturaleza, el sujeto llega a hacerse consciente de su libertad. Pero, a la vez, sustituye el determinismo de la naturaleza por el de la razón y la obligación. La obligación es "un postulado necesario de la voluntad" y una síntesis de lo ideal y lo real. La moral o el orden moral no representa, pues, una imposición desde fuera: surge en el dialéctico autodespliegue del dinamismo del sujeto. Pero el sentimiento de obligación, la conciencia de un imperativo moral, sólo puede surgir a través del sujeto que trasciende lo factual, en el sentido de que aprende a encontrar en lo ideal el motivo de su conducta. Dicho con otras palabras, la conciencia moral entraña una metafísica implícita, un implícito reconocimiento del orden natural o factual en cuanto referido a una esfera de realidad metafísica o ideal.
Como era de esperar, Blondel pasa a argüir que la actividad total del sujeto humano solamente es comprensible en los términos de una orientación a un absoluto trascendente, al infinito como meta última de la voluntad. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que el Trascendente pueda ser descubierto como un objeto interno o externo. Trátase más bien de que el sujeto se va haciendo consciente de su orientación dinámica al Trascendente y de que le es ineludible hacer una opción: la de elegir entre afirmar o negar la realidad de Dios. Esto es, la reflexión filosófica da origen a la idea de Dios; pero precisamente porque Dios es trascendente, el hombre puede afirmar o negar la realidad de Dios. Blondel ve al hombre como embargado por lo que un existencialista llamaría "la angustia", como buscando una adecuación entre la 'voluntad querida' y la 'voluntad que quiere'. A su parecer, la adecuación sólo se puede lograr mediante Dios. Pero el método de inmanencia únicamente puede conducir a la necesidad de una opción. Como después Sartre, lo que Blondel nos dice es que "el hombre aspira a ser Dios". Mas esto significa que ha de decidir entre el posponer la voluntad divina a la suya propia, decidiendo así contra Dios con la idea de Dios, o hacerse Dios (unido a Dios) sólo mediante Dios. En definitiva, lo que un hombre llega a ser depende de su propia voluntad. ¿Es su voluntad de vivir suficiente --valga la paradoja-- para morir "consintiendo que Dios le suplante", uniéndose su voluntad a la voluntad divina? ¿O procurará ser autosuficiente y autónomo sin Dios? La decisión le corresponde al hombre tomarla. En la dialéctica del movimiento o aspiración fundamental del hombre hay un punto en el que necesariamente surge la idea de que Dios es una realidad. Pero todavía le sigue siendo posible al hombre afirmar o negar la realidad de Dios.
Algunos críticos interpretaron la teoría de la opción blondeliana como si implicase que la existencia de Dios no podía ser probada y que el afirmarla era simple resultado de un acto de la voluntad, es decir, de la voluntad de creer. Sin embargo, en realidad Blondel no rechazaba todas las pruebas de la existencia de Dios. Consideraba que la filosofía de la acción constituía ella misma una prueba, puesto que el método de inmanencia mostraba la necesidad de la idea de Dios. No se trataba de rechazar, por ejemplo, el argumento que parte de la contingencia como si careciese de validez, sino más bien de interiorizarlo procurando hacer comprender que la idea del ser necesario surge a través de la reflexión del sujeto sobre su propia orientación o movimiento de aspiración. En cuanto a la opción, Blondel la tiene por necesaria si Dios ha de ser una realidad "para nosotros". El conocimiento especulativo puede preceder a la opción; pero sin la opción, sin el libre autorremitirse del sujeto a Dios, no puede haber 'efectivo' conocimiento. "El pensamiento vivo que tenemos de Él (de Dios) es y sigue siendo vivo sólo si se orienta hacia la práctica, si se vive por ese pensamiento y si nuestra acción se alimenta del mismo." Pero esto exige un acto voluntario de autorremitirse, no a la idea de Dios, sino a Dios como ser.
Algunos críticos católicos entendieron también a Blondel como si éste sostuviera que la revelación divina y la vida sobrenatural no fuesen dones gratuitos sino algo necesario, es decir, algo que viniera a satisfacer una demanda de la naturaleza del hombre, una exigencia que su Creador tuviese que satisfacer. Pero aunque las frases de Blondel daban pie, a veces, para esta interpretación, está claro que "el sobrenatural" a cuya exigencia se llega por el método de inmanencia es simplemente el "sobrenatural indeterminado", en el sentido de que la filosofía de la acción muestra, para Blondel, que el hombre ha de aceptar la Trascendencia y someterse a ella. La revelación cristiana es la forma positivamente determinada de lo sobrenatural; y el hombre debe aceptarla si es verdadera. Pero el método de inmanencia no puede probar que la revelación sea verdadera. Por otro lado, ningún hombre podría aceptar lo sobrenatural positivamente determinado si no hubiese algo en el hombre a lo que el sobrenatural diese respuesta. De lo contrario, éste sería irrelevante. Y el método de inmanencia muestra que ese algo, una orientación dinámica a la Trascendencia, está realmente ahí.
Desde luego que, si decimos, como hemos dicho más arriba, que la filosofía de la acción revela la necesidad de la idea de "Dios", puede producirse fácilmente la impresión de que Blondel considera el método de inmanencia como conducente a la creencia en Dios específicamente cristiana. Pero en realidad lo que ocurre es que Blondel, repasando la filosofía moderna, ve que algunos sistemas tratan de excluir a toda costa la Trascendencia y otros, en cambio, tratan de imponerla como si fuese por decreto, con lo que la reducen a un ídolo o a una caricatura. Y opina Blondel que el método de inmanencia, tal como es seguido en la filosofía de la acción, abre la inteligencia y la voluntad del hombre a la Trascendencia, dejando a la vez lugar para la autorrevelación de Dios. En este sentido, una filosofía verdaderamente crítica es una filosofía cristiana y una apologética cristiana, no en el sentido de que trate de probar la verdad de las doctrinas cristianas, sino más bien en el de que lleva al hombre hasta el punto en que se halla abierto a la autorrevelación de Dios y a la acción divina. "La filosofía no puede demostrar directamente lo sobrenatural ni procurárnoslo." Pero sí que puede proceder indirectamente, eliminando las soluciones incompletas al problema del destino humano y mostrándonos "lo que no podemos dejar de tener y lo que necesariamente nos está haciendo falta". La filosofía puede mostrar que el orden natural es insuficiente para fijarnos la meta de la orientación dinámica del espíritu humano. Y, al mismo tiempo, la autocrítica de la filosofía revela su propia incompetencia para dar al hombre la felicidad a la que éste aspira. De modo que apunta más allá de sí misma.
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En 'La pensée' investiga Blondel las condiciones antecedentes del pensamiento humano y defiende la teoría del "pensamiento cósmico" (La pensée cosmique). En su opinión, no podemos hacer justificadamente una dicotomía estricta entre los seres humanos como sujetos pensantes, por un lado, y la naturaleza como materia sin pensamiento, por el otro. Al contrario, Leibniz estaba en lo cierto cuando sostuvo que lo material tiene siempre su aspecto psíquico. A decir verdad, el universo orgánico inteligible puede ser descrito como "un pensamiento subsistente"; no, por cierto, pensamiento consciente, sino pensamiento "en busca de sí". En el proceso del desarrollo del mundo el pensamiento consciente se alza sobre la base de una jerarquía de niveles, cada uno de los cuales presupone como requisitos necesarios los que le preceden e introduce algo nuevo y crea problemas, llamémoslos así, cuya solución exige un nivel superior. En el hombre persiste el pensamiento espontáneo, concreto, que se halla presente en la naturaleza; pero surge también el pensamiento analítico y abstracto que opera con símbolos.
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