Evolucionismo
I.J: Extractado de la serie de blogs "Beyond Darwin" de Eric Stewart
Una Taxonomía de Visiones Evolucionistas
En biología, la taxonomía es la ciencia de clasificar organismos en especies, en primer lugar, y luego en las categorías superiores de género, familia, orden, clase, división (phylum), y reino. Por encima del reino se pone a veces una supercategoría llamada (dependiendo de quien hace la clasificación) imperio, superreino, o dominio.
Por ejemplo nuestra especie, Homo sapiens, tiene el género Homo (junto con varias especies semi-humanas actualmente extintas), la familia Hominidae (homínidos), el orden Primata (primates), la clase Mammalia (mamíferos), el phylum Chordata (animales vertebrados), el reino Animalia (todos los animales).
Nuestro dominio o imperio es el Eukaryota (todos los seres vivientes cuyas células tienen núcleo interno). Dependiendo del sistema de clasificación, sus dominios/imperios compañeros son: o bien los Archaea y las Eubacteria, en el sistema de tres dominios, o los Prokaryota (a.k.a. Monera), en el sistema de dos imperios.
Cuando se trata de clasificar los puntos de vista evolucionistas, diría que tenemos también un sistema de tres dominios.
(1) El primer "dominio" es el de los Creacionistas. Ellos sostienen que la evolución nunca ha ocurrido... o, si ha ocurrido, no tiene nada que ver con el origen de las especies. Las especies fueron creadas directamente por Dios, como implica una lectura literal del Génesis. Sólo cambios menores, dentro de las especies existentes, pueden haber ocurrido evolutivamente.
(2) El segundo "dominio" es el de todos aquellos que aceptan que la evolución ha sido responsable del origen de las especies, pero dicen que la historia evolutiva no ha sido intrínsecamente direccional. Yo los llamo "No-Direccionalistas".
En un "reino" de este segundo dominio encontramos a los Darwinistas Ortodoxos. Ellos creen, como dije, que no ha habido una direccionalidad intrínseca en la evolución, de manera que nuestra especie, o algo similar, estuviera destinada a emerger de la historia evolutiva terrestre. Que haya emergido una especie inteligente capaz, digamos, de plantear preguntas sobre la evolución, ha sido puramente accidental. Por lo tanto, si la evolución parece poseer cierta direccionalidad de hecho, esa direccionalidad es completamente adventicia. No es inherente o innata al proceso evolutivo mismo.
En el otro "reino" de este segundo dominio encontramos, sorprendentemente, a los partidarios del Diseño Inteligente. Ellos están de acuerdo en que la aparente direccionalidad de la trayectoria de la historia evolutiva que nos ha producido, es completamente accidental. No es, otra vez, inherente o innata al proceso evolutivo mismo.
Pero, en vez de ser accidentales, los principales productos de la evolución (tales como nosotros), dicen los del Diseño Inteligente, son de origen sobrenatural. Un diseñador inteligente, en referencia conceptual a Dios, ha hecho posible cruzar umbrales de complejidad que de otra manera habrían resultado insuperables. Los órganos altamente complejos, tales como el ojo, el ala, y el cerebro humano, son ejemplos de logros evolutivos que no pueden explicarse sin recurrir a una inteligencia superior.
Así que los Darwinistas "sin-Dios" y los proponentes del Diseño Inteligente se parecen más entre sí de lo que podía pensarse (!). Los del DI dicen que la aparición de alas, ojos, grandes cerebros, y de nosotros los humanos, era tan improbable, que debe haber un Dios. Por otro lado, la ortodoxia darwinista sostiene que tales eventos de complejidad eran sólo un poquito más probables que en la opinión de los del DI. No mucho más probables, pero, dados los miles de millones de años involucrados, suficientemente probables para que no se necesite un Dios para explicar nada -sino sólo los efectos ultra-graduales y acumulativos de una fuerza ciega tenaz y sorprendentemente poderosa llamada "selección natural".
(3) El tercer "dominio" del debate evolucionista, en él que me sitúo yo mismo, es el de los Direccionalistas. Consta de aquellos que encuentran que hay una direccionalidad intrínseca en la evolución. Esa presunta direccionalidad es, básicamente, hacia una complejidad creciente.
Un aparente "reino" en este tercer dominio es el de quienes aplauden la ciencia de Stuart Kauffman, presentada en el libro "At Home in the Universe: The Search for Laws of Self-Organization and Complexity". Kauffman propone la "auto-organización", que dice es la sirvienta de la selección natural. Dice que la naturaleza posee "leyes de auto-organización" que a lo largo de millones y miles de millones de años han producido siempre mayor "orden gratuito" ("order for free"), dando así a la evolución su casi inevitable trayectoria hacia "nosotros los esperados". Pero esta teoría es enteramente no-mística y no-teológica; en ninguna parte dice Kauffman que haya un Dios detrás de todo ello.
Otro aparente "reino" en este tercer dominio sigue a Robert Wright y a un argumento que él presenta en su libro "Nonzero: The Logic of Human Destiny". El argumento tiene por efecto que preguntarse por un Dios detrás de la evolución darwiniana no es, después de todo, una idea tan loca. En nuestro cosmos particular, nosotros los bípedos cerebrados adquirimos una dimensión moral, dice él, porque la complejidad nerviosa asociada a nuestra inteligencia superior está también asociada al conocimiento de experiencia que llamamos sensibilidad o conciencia. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Puede que haya un Dios?
Me gustaría sugerir que estos dos aparentes reinos en el dominio Direccionalista, distintos por poner (Wright) o no poner (Kauffman) un Dios, están muy próximos a ser uno solo. Tal vez son, a lo más, digamos, dos diferentes "phyla" en la taxonomía de un solo reino, en un mismo dominio. Pero lo importante es que tanto los Wrightistas como los Kauffmanistas creen en "nosotros los esperados": una especie de nuestras características generales, cuya cerebralidad es el producto casi inevitable de un proceso evolutivo direccional.
Para Kauffman, la direccionalidad es proporcionada por las putativas leyes de auto-organización de la naturaleza. Estas leyes producen "orden gratuito" inexorablemente, la base para una siempre mayor complejidad en la biosfera, con el tiempo. La complejidad engendra inteligencia, que engendra cultura, lo que también produce "orden gratuito". Y así más y más.
Para Wright, la direccionalidad la provee la "suma-no-cero" ("non-zero-sumness"), una tendencia natural a la colaboración ("win-win games"), que predomina sobre la competición ("win-lose games"), en el curso de largos lapsos de tiempo biológico o cultural.
Para ambos, Kauffman y Wright, esta direccionalidad evolutiva intrínseca explica por qué hay un aparente eje a lo largo del cual la selección natural ha impulsado la historia de la evolución. Esta "tendencia axial" explica el hecho de que la evolución biológica empezara con un organismo simple tipo bacteria (o un escaso puñado de ellos) y terminara produciendo una especie -nosotros-que ha inventado una progresiva cultura, tecnología, y economía.
Así pues, los mismos principios que guiaron la evolución biológica hasta crearnos a nosotros, han canalizado nuestro cambio cultural, tecnológico y económico, en direcciones que deberían producir un mundo social siempre más complejo. Tanto Kauffman como Wright, cada uno a su manera, mantienen esta misma opinión. La auto-organización (Kauffman) o la "suma-no-cero" (Wright) se aplican a la evolución de las sociedades humanas en exactamente la misma forma en que ellas se aplican a la evolución biológica darwiniana.
A mí, como creyente en Dios que soy, me gusta como suena esto... pero, para ser honesto, debo apresurarme a reconocer el hecho de que nada de ello prueba que haya un Dios. Sólo porque la evolución sea direccional de una manera que Dios -si existe-seguramente aprobaría, no tenemos necesariamente que concluir que Dios sea real.
De hecho, Stuart Kauffman, por su parte, no saca esa conclusión. Y lo más que Wright puede hacer es calificar a la cuestión de la existencia de Dios de "no loca".
Si somos miembros del dominio Creacionista, notamos que dicha cuestión se responde por sí misma. Similarmente, si pertenecemos al reino del Diseño Inteligente, en el dominio No-Direccionalista, tiene que haber una inteligencia superior detrás de la evolución.
Entretanto, en el reino del Darwinismo Ortodoxo, de ese mismo dominio, hay mucho debate. Las voces más destacadas parecen ser las de los ateos o agnósticos: Richard Dawkins, Stephen Jay Gould, y otros. Pero hay una opinión minoritaria que sostiene que la correcta teoría de Darwin, sin ninguna amplificación a vías direccionalistas, no contradice las creencias religiosas.
Aunque no lo he leído, supongo que un buen ejemplo de esta última posición es la obra de Kenneth R. Miller "Finding Darwin's God: A Scientist's Search For Common Ground Between God and Evolution". Como pertenezco al "dominio" Direccionalista, me parece mucho más fácil argüir a favor de Dios-más-evolución como Kauffmanita/Wrightista que como discípulo de Miller. Es verdad que parece que Miller se toma menos libertades con la ortodoxia darwinista... pero, en cambio, las libertades que se toman Kauffman y Wright parecen (al menos para mí) eminentemente justificables por sus propios méritos, sin referencias a involucrar lo divino.
Esta taxonomía, en mi opinión, pone de manifiesto dos cosas importantes. Primera, que los Darwinistas Ortodoxos y los partidarios del Diseño Inteligente tienen sorprendentemente mucho en común, siendo su principal diferencia que estos últimos alegan que ojos, alas, etc. son demasiado improbables -demasiado complejos, esto es- para que unas fuerzas ciegas los produzcan en el tiempo geológico asignado. Los primeros rechazan esto. La ciega selección natural es mucho más poderosa que lo que admiten los del DI. Y la complejidad de un ojo o un ala no es, pues, tan improbable como para requerir la manipulación divina.
La segunda cosa importante es que los dos reinos del dominio Direccionalista también tienen sorprendentemente mucho en común. El "orden gratuito" de Kauffman puede ser explicado muy bien mediante la "suma-no-cero" de Wright. En efecto, la "suma-no-cero" puede ser una forma alternativa de expresar una de las principales leyes de auto-organización que Kauffman describe. Los modelos computacionales de auto-organización de Kauffman pueden de hecho estar jugando "juegos positivos de suma-no-cero" con venganza.
Eso implica que, si la teoría del Diseño Inteligente va a ser enseñada ahora en los institutos, además del darwinismo ortodoxo, ¡también debería ser enseñada la teoría Direccionalista!
¡Y ésa es, por supuesto, mi principal intención!
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Relacionalismo y Caritas
Tengo convicciones religiosas y filosóficas que pueden llamarse "relacionalistas". Creo que la realidad está constituida por relaciones entre entidades, más que por las entidades mismas. Llevándolo a un extremo del que no estoy cierto de ninguna manera, pero que sospecho sea correcto, mi filosofía relacionalista mantendría que no hay entidades, sino sólo relaciones.
Dejando ese tema por el momento, sostengo que las entidades (bajo la suposición de trabajo de que ellas existan) pueden (o, en otras circunstancias, no pueden) relacionarse entre sí de maneras que suscitan totalidades emergentes mayores que "la suma de esas entidades". Mi filosofía relacionalista es por lo tanto emergentista y holista. Afirma que las propiedades emergentes que distinguen a las entidades holistas -todos que son mayores que la suma de sus partes-caracterizan a la mayor parte o a toda la realidad.
A esas entidades que se interrelacionan las llamaré "relatantes". Los relatantes de un tal sistema holista pueden interactuar, y así lo hacen, de maneras que producen "orden gratuito" ("order for free"), una frase que utiliza Stuart Kauffman en "At Home in the Universe" para expresar la idea de que la biosfera terrestre en evolución se "auto-organiza". Para Kauffman, la auto-organización es la sirvienta de la selección natural, al explicar (junto con mutaciones genéticas aleatorias y otras fuentes similares de variación hereditaria) como surgen las nuevas especies. Para él, cada nueva especie es una única manifestación de orden gratuito.
Así que el relacionalismo, el holismo, y el emergentismo son todos sinónimos, aproximadamente, en mi opinión.
En los sistemas auto-organizados, las interrelaciones entre los relatantes tienen que ser exactamente las que hacen emerger nueva "realidad" -nuevo orden gratuito-. La investigación de Kauffman ha detectado algunas de las características necesarias de los sistemas que, como digo, "se hacen críticos" y devienen evolutivamente fecundos. Estas características no se refieren sólo a la biología, sino también a la cultura humana, la tecnología, y los mercados económicos. Una de esas notables características es que el grado de entrelazamiento entre los relatantes debe ser rico pero no demasiado rico. Si el entrelazamiento es justamente el correcto, el sistema gravita hacia, y opera en, una zona dinámica llamada "el borde del caos" ("edge of chaos"), donde el nuevo orden puede, primero, emerger, y luego permanecer para seguir evolucionando.
También es posible aplicar estos conceptos de auto-organización a múltiples niveles o grados de complejidad. Por ejemplo, una célula, un órgano, un embrión en desarrollo, un ecosistema, y una biosfera, todos ellos pueden considerarse ejemplos de esos sistemas auto-organizados, "adaptados a la complejidad". Un todo holista, emergente, que surge en un nivel dado, viene a ser un candidato relatante para el nivel superior siguiente.
Según esto, en gran medida concebimos la realidad como algo así como un "castillo de naipes", dependiente de ciertas relaciones finamente ajustadas y equilibradas entre los "naipes" (los relatantes) mismos, sostenidos sobre una "base" o "plataforma" (el nivel de complejidad inferior anterior) ¡que es ella misma otro castillo de naipes!
Podemos imaginar que vamos descendiendo así desde el nivel de la biología al de la química y luego al de la física... hasta toparnos con esas difíciles preguntas sobre cómo los fenómenos de nivel cuántico sostienen la "sólida" realidad que manejamos en la física clásica. ¿Conoce la anécdota de Stephen Hawking sobre "que hay tortugas por toda la bajada"? En este caso, hay relatantes por toda la bajada.
En mi opinión, todo esto cuadra bien con mis convicciones religiosas como cristiano católico. Es así al menos de dos maneras.
Primero, me parece que el mensaje evangélico es básicamente una llamada a amar a Dios sin reservas, y a amar a nuestro prójimo de igual manera, y hasta, como dijo Jesús, a amar a nuestros enemigos.
Puesto de otra forma, el mensaje evangélico parece que es que Dios nos ama a todos sin reservas ni condiciones. El Padre sacrifica al Hijo de una manera máximamente dolorosa, máximamente ignominiosa, para que nuestros pecados y deficiencias no impidan nuestro acceso al reino de los cielos. La relación entre nosotros y Dios, como relatantes, debe pues ser de amor.
Similarmente, la relación entre nosotros y nuestros prójimos humanos, como "co-relatantes", debe ser de amor.
De estas relaciones de amor va a -no puede, sino va a, dicen los evangelios- emerger el reino de los cielos.
Ése es el mensaje evangélico, en pocas palabras. ¿Cuán relacionalista, cuán emergentista, cuán holista pude Ud. llegar a ser?
La segunda manera en que mi filosofía relacionalista cuadra con mi religión es la idea de que los cristianos (en su mayoría, exceptuando los Unitarios y algunos otros) no pueden hablar mucho acerca de Dios sin referirse a que Dios es realmente tres "personas" en un solo "ser". La Santísima Trinidad consiste en el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. (He obtenido estas ideas, dicho sea de paso, principalmente del libro de Denis Edwards "The God of Evolution: A Trinitarian Theology". Edwards es un sacerdote católico interesado en reconciliar la ciencia evolucionista con el pensamiento religioso. Pido disculpas a él si he malinterpretado sus creencias).
Se dice que estas tres personas "cohabitan" unas en otras eternamente -incluso si el Espíritu Santo "procede" del Padre y el Hijo. Las tres santas personas son, en efecto, "relatantes" cuya relación se dice de puro, auténtico amor.
Debo reconocer ahora que lo que voy a decir no es una teología universalmente aceptada en mi iglesia ni en otras. Yo imagino que la "cohabitación en el amor" de las tres personas de la Santísima Trinidad provee lo que llamaría una base o plataforma metafísica para todo el universo material al que los cristianos llamamos Creación de Dios.
Es decir que, cuando la Deidad o la Santísima Trinidad se "vacia a sí misma" (para usar la consabida jerga teológica empleada en el libro de Fr. Edwards) y "hace sitio" para que el universo físico aparezca y evolucione, el principio de "cohabitación" se extiende a la realidad material. Si los relatantes creados "cohabitan" unos con otros en relaciones "apropiadas" -hablando muy laxamente, "de amor"- entonces ocurrirán "buenos" acontecimientos. Habrá nuevas, emergentes instancias de orden gratuito que se auparán unas sobre otras en una disposición evolutiva escalonada que puede producir, eventualmente, criaturas para quienes la palabra "amor" tenga armónicos mucho más ricos que los aplicables en niveles inferiores anteriores.
El propio amor evoluciona, deviniendo más rico y más complejo.
Así que el amor es, básicamente, cualquier disposición "apropiada" o "buena" o "fecunda" en interrelaciones de relatantes, conducente a la exitosa emergencia de nuevo orden gratuito, bendito por Dios.
El énfasis en el amor (caridad, o caritas) de la fe/praxis cristiana, va acompañado de sus "reglas" morales y éticas -debes hacer esto, no debes hacer aquello. Yo concibo estas reglas como guías para saber cuáles relaciones son realmente de amor, buenas, apropiadas, y evolutivamente fecundas en un mundo creado por Dios.
No tengo intenciones de hacer ningún intento para justificar los varios preceptos morales que son hoy cuestionados por aquellos que sienten que el cristianismo ha sido demasiado represivo históricamente. No puedo realmente decir que yo, personalmente, acepte algunos de estos drásticos edictos. (Por ejemplo, mi iglesia dice que practicar el control artificial de la natalidad es equivocado, pero que el "método rítmico" está bien; no acepto esto.) Pero puedo afirmar que creo que la enseñanza moral de mi iglesia -suponiendo que la iglesia la haya depurado en todos sus detalles- es una vía para guiarnos a las relaciones apropiadas, de amor, buenas, evolutivamente fecundas, entre nosotros mismos y para con Dios.
Por lo tanto, yo veo las enseñanzas morales y éticas de la religión como las ordenanzas de una empresa en la evolución... no del tipo biológico, sino de la evolución cultural.
Y veo la "creación", entendida como la acción por la cual Dios trae a la existencia el universo a partir de la nada, como algo en nada similar a nuestra noción usual, de sentido común, de "hacer" algo. Más bien, Dios se "vacia a sí mismo" o se "anonada", y aparece un mundo.
No tenemos medios de imaginar esta clase de "creación negativa", así que insistimos en visualizar a Dios haciéndolo todo como modelando arcilla o ajustando los engranajes de un reloj. De este tipo de metáforas inadecuadas han venido el creacionismo y todo el alboroto y la furia sobre el diseño inteligente y la teoría de la evolución.
Mi filosofía relacionalista no calza con el creacionismo tradicional ni con el llamado Diseño Inteligente. Calza con las teorías de auto-organización al modo de Stuart Kauffman, tomadas como complementos científicamente válidos de la teoría neo-darwiniana de la evolución.
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Cuencas de atracción
Stuart Kauffman nos presenta un montón de conceptos no familiares en su obra "At Home in the Universe: The Search for the Laws of Self-Organization and Complexity": Su propósito es mostrarnos cómo los principios de los sistemas auto-organizados han podido hacer arrancar la vida en la tierra, y también posibilitar su posterior evolución. Uno de los conceptos que introduce es el de "cuencas de atracción", en el capítulo cuarto, "Orden gratuito" ("Order for free").
Dentro de un sistema dinámico, de estados cambiantes, se forman cuencas de atracción debido a los "atractores" que guían los cambios de estado del sistema en ciclos repetitivos. Estos "ciclos de estados" pueden involucrar desde solamente un estado hasta el número total de estados posibles del sistema -el tamaño total, en otras palabras, del "espacio de estados" del sistema.
En algún punto intermedio, un número de estados convenientemente bajo, a lo largo del ciclo de estados del sistema, establece un sistema que es ordenado, pero no demasiado ordenado. Tal sistema puede evitar tanto el caos -en la forma de un ciclo de estados aparentemente interminable en el cual ningún estado de cosas vuelve a visitarse nunca-como el tipo de orden en que el sistema se congela en un solo estado para siempre.
Un sistema con un corto-ciclo-de-estados así puede evolucionar grácilmente. Exhibe un orden encantador en medio del cambio.
Un atractor es a una cuenca de atracción como un lago es a su cuenca de drenaje. Cualquier configuración inicial del "macroestado" del sistema -esto es, cualquier conjunto de "microestados" de las entidades componentes del sistema- converge "pendiente abajo" hacia el atractor asociado a la cuenca de atracción en que sucede que está incluida esa particular configuración inicial.
Eventualmente, descartando una "perturbación" o "mutación", el macroestado del sistema alcanzará el atractor asociado y se revolverá interminablemente en su ciclo de estados (ya sea éste corto o largo). Cuanto más ordenado esté el sistema, más corto será su ciclo de estados.
Un sistema dinámico puede tener cualquier número de atractores y cuencas asociadas. En un momento cualquiera dado, está sólo en una cuenca -aunque no todavía en el atractor que forma esa cuenca- pero habrá muchos otros atractores y cuencas que no cuentan actualmente.
El sistema puede ser "perturbado" por cambios arbitrarios en la "actividad" de cualquiera de sus entidades componentes. En el caso más simple, una actividad en "on" puede ser cambiada arbitrariamente a "off", o viceversa. Esa alteración menor podría poner al sistema en otra cuenca de atracción diferente. Sin embargo, Kauffman halla que si el sistema es tal que los ciclos de estado de sus atractores son adecuadamente cortos, es probable que permanezca en la misma cuenca de atracción y recaiga hacia el mismo atractor dinámico.
La mutaciones causan típicamente que se modifique la trama subyacente de cuencas y atractores para el sistema en su conjunto. Pero, si el sistema tiene ciclos de estado cortos, la modificación será muy pequeña. Esta resistencia a una reconfiguración global significa que los sistemas con ciclos de estado cortos pueden evolucionar fácil y grácilmente, con acentuada estabilidad e inmunidad al caos.
La capacidad de auto-organización de la naturaleza, dice Kauffman, es la "sirvienta" ("handmaiden") de la selección natural de Darwin. Pero Kauffman muestra que los sistemas con ciclos de estado cortos, que evolucionan grácilmente, se encuentran habitualmente en el "borde del caos" ("edge of chaos"), la provincia dinámica donde puede emerger nuevo orden gratuito sin riesgo de provocar el caos. O bien, alternativamente, gravitan hacia un punto del régimen ordenado muy cercano a ese borde -cuál es, de estas dos posibilidades, la hipótesis correcta, Kauffman no puede decirlo.
Cuando están en ese fecundo borde (o cerca de él), los sistemas realizan su adaptación más creativa, su mejor evolución. ¿Cómo ocurre esto? ¿Qué los lleva a un régimen estable equilibrado lejos del caos, pero capaces todavía de evolucionar flexible y grácilmente para adaptarse mejor? Los experimentos de Kauffman mediante modelos computacionales sugieren que es la misma selección natural la que los "afina" hacia el borde del caos.
Si bien es la auto-organización la que hace posible la evolución, en primer término, originando las formas iniciales de vida en el planeta, la selección natural "afina" la co-evolución hacia la mejor combinación posible de estabilidad y flexibilidad. La auto-organización y la selección natural, juntas, ejecutan la danza de la vida.
Encuentro irresistibles estas nociones. Tal vez sea porque yo estoy, de alguna abstrusa manera, en la misma cuenca de atracción intelectual y espiritual que Stuart Kauffman.
Esto sitúa a William Dembski, el autor del libro "Diseño Inteligente", en una diferente cuenca de atracción, junto a su compañero, también partidario del Diseño Inteligente, Michael Behe.
En todavía otra cuenca de atracción está Richard Dawkins, el autor de "El Relojero Ciego" y otros libros que ensalzan la habilidad del darwinismo puro para explicarlo todo, respecto de la evolución, sin recurrir ni a la auto-organización ni al diseño inteligente.
Yo llamaría a estas tres cuencas, respectivamente, la evolucionista-teísta, la creacionista, y la evolucionista-atea. Digo esto aunque no sé si el "evolucionista-teísta" Kauffman cree en Dios; sé que a él le gustaría "reinventar lo sagrado".
Lo digo a pesar de que Dembski y Behe no son de esos creacionistas que insisten en una creación especial de seis días, como en el libro del Génesis, que ha ocurrido hace sólo unos miles de años, en base a contar las generaciones del Antiguo Testamento.
Y lo digo aunque me doy cuenta de que no todos los miembros del grupo evolucionista-ateo son del todo ateos, como Dawkins. Algunos se describen mejor como agnósticos, como el último Stephen Jay Gould.
Mi afirmación al sugerir que hay tres principales cuencas de atracción en el debate evolucionista es esta: que es raro que alguien salte de una cuenca a otra, sin importar cuánto o cómo puedan argüir para ello otras personas.
Lo más que puedo decir es que yo fui colocado de alguna manera en mi cuenca particular desde temprana edad, antes de oir nada acerca de Charles Darwin, y bastante antes de que, ya adulto de edad mediana, "tuviera religión". Así que cuando empecé (siendo un joven adulto) a enterarme del debate creacionista-evolucionista, ya estaba naturalmente situado del lado de los darwinistas.
Luego, cuando abracé el cristianismo, abracé un estilo de fe que estaba abierta a la noción de acción divina en un mundo en evolución. Pero con esta condición: no al creacionismo en sí, aun si es de la variedad que tolera la evolución, divulgada por Dembski, Behe, y otros que proponen el diseño inteligente. ¿Por qué no? Porque el creacionismo está en una diferente cuenca de atracción.
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El talón de Aquiles de Dembski
Desde hace tiempo he venido escrutando el argumento sobre Diseño Inteligente de William Dembski, de que la "información compleja especificada" (CSI) presente en la naturaleza evoca el diseño divino de los resultados de la evolución biológica. Mi post más reciente sobre el tema fue "The Fruits of Flow (I.D. XXIII)". En él, usando un argumento que se basa en posts anteriores de la misma serie, decidí que la CSI sola es insuficiente para el propósito de Dembski.
Dije que un "evento" informativo poseedor de suficiente complejidad (léase improbabilidad) y cuyo esquema (su "especificación") pueda derivarse de "información de fondo" ("background information") independiente del evento mismo, no implica necesariamente que haya diseño. Por ejemplo, un evento de adaptación ratificado por la selección natural posee la complejidad requerida, y su esquema-objetivo, la adaptabilidad darwiniana misma, sirve admirablemente de especificación independiente. Así que un evento así es CSI... y no es producido por conducción o diseño.
También dije que el tipo de auto-organización propuesta por Stuart Kauffman en "At Home in the Universe", cuando habla del origen de la vida en conjuntos colectivos autocatalíticos, combina la requerida complejidad con la requerida especificación. En este caso, el esquema-objetivo especificable independientemente es la clausura catalítica, por la cual la producción de nuevas copias de cada proteína del conjunto es facilitada por la presencia de una o más de las demás proteínas del conjunto. La clausura catalítica (más un puñado de otros requisitos, tal como una pared celular rudimentaria) transforma una sopa prebiótica en una protocélula que puede auto-reproducirse... y es un esquema que es especificable independientemente en base a información de fondo.
Aquí hay otra vez, afirmo, un ejemplo de CSI dembskiana que no ha sido diseñada.
Y más todavía, deseo añadir. Creo que la complejidad auto-organizada es fundamentalmente el talón de Aquiles del argumento de Dembski para el diseño.
En el argumento de Dembski, es crucial su idea de que nada en el mundo natural puede crear la CSI propia de la naturaleza -ni la ley natural, ni el azar, ni ninguna combinación de ambos. Usa un razonamiento basado en el determinismo de funciones matemáticas para mostrar que la ley (es decir, la necesidad) sólo trasforma la CSI; no la crea. De modo similar, el azar no puede considerarse razonablemente como fuente de una CSI cuando ella, la CSI, es enormemente improbable. Además, mediante una hábil prueba, Dembski muestra que las combinaciones de azar y necesidad son impotentes para originar CSI.
Lo que no toma en cuenta es que el comportamiento de las leyes en forma de auto-organización kauffmaniana puede transformar una información no-especificada en CSI. Puede fabricar una especificación que estaba previamente ausente, como propiedad emergente de un sistema auto-organizado.
Por ejemplo, cuando un conjunto de proteínas en una sopa prebiótica llega a ser suficientemente complejo, adquiere clausura catalítica como propiedad emergente, que entonces sostiene la auto-reproducción, la variación hereditaria (cambios generacionales en la secuencia de proteínas del conjunto), y la evolución darwiniana.
Otra forma de verlo es que los sistemas auto-organizados "exportan entropía". La entropía es desorden, lo opuesto a la información.
La entropía es un concepto construido tanto en la teoría de la información como en las ciencias físicas, la termodinámica y la mecánica estadística. Cuando Kauffman dice que la auto-organización produce orden gratuito, está diciendo, pienso, lo mismo que decir que esos sistemas exportan entropía. Porque son sistemas canónicamente abiertos, no-en-equilibrio, que toman alimento y energía y expelen las sobras. Imagino que este proceso disipativo puede entenderse tanto termodinámicamente como en términos de flujo de información.
Como espero haber conseguido mostrar en "Information, Order, and Entropy (I.D. XXI)", la exportación de entropía "crea" información solamente en un sentido local. Esto es, cuando se coloca mentalmente el sistema dentro de un ajustado ámbito espacial y también dentro de un estrecho lapso temporal, parece que surge mágicamente una nueva información: el orden gratuito.
Por ejemplo, si se esquematiza un sistema como consistente sólo en un cilindro lleno de gas provisto de un pistón, omitiendo el entramado externo al que está sujeto el pistón y que recibe la entropía que éste exporta, y se acota temporalmente el sistema de modo que "nazca" en el comienzo de la carrera del pistón y "muera" al final de ella, parecerá que la entropía del sistema decrece durante su "vida". Durante este lapso de tiempo, el orden y la información emergen mágicamente en el interior de este sistema notoriamente abierto.
Globalmente, sin embargo, no se crea nuevo orden ni información; Dembski tiene razón en este punto. Al quitar el marco espacial y temporal que se ha colocado en torno al "sistema" físico y su "vida", podemos apreciarlo fácilmente.
Pero no importa. Localmente, hay un anti-entrópico "orden gratuito" dentro de un sistema auto-organizado, y, para ese sistema, esto es lo que cuenta.
Kauffman espera que algún día pueda ser confirmado empíricamente que los conjuntos colectivos autocatalíticos de proteínas son muy, muy propensos a aparecer en una sopa primordial. Si es así, ello proveería a la naturaleza de sus primeras entidades semi-vivientes, que podrían entonces progresar en la variación hereditaria ascendente y evolucionar, al modo darwinista, bajo el dominio de la ciega selección natural.
Si esto fue lo que pasó en la Tierra primigenia, entonces de algún modo, en algún momento, la evolución de estas primeras protocélulas introdujo dentro de la células un genoma hecho de DNA, y la verdadera evolución darwiniana empezó. Pero, al principio, no había (dice Kauffman) un genoma separado. En jerga biológica, al principio no había distinción entre el "genotipo" y el "fenotipo".
Posiblemente, la inclusión de un genoma separado ocurrió de la manera que suponen algunos biólogos para el origen del núcleo celular: unas células originalmente carentes de núcleo "comieron" otras células y convirtieron a éstas en sus núcleos para siempre.
Pero no importa. Lo que es crucial es que el primer paso hacia una biosfera que pudiera evolucionar a través de la mutación-con-selección-natural fue (si Kauffman está en lo cierto) un hecho de auto-organización. Por mero azar -pero con una probabilidad notablemente alta- suficientes proteínas se juntaron para formar un conjunto colectivo autocatalítico, y ¡bang!
De modo que la vida es, primera y destacadamente, una exportadora de entropía. Evita el desorden y la muerte creando, localmente para sí misma, orden gratuito. Acotada por su propio nacimiento y muerte, y dentro de sus propias paredes celulares, hace lo que Dembski dice que no puede: crea información.
No importa que realmente "robe" esta información desde fuera, y deba algún día devolverla. Cenizas a las cenizas, polvo al polvo... pero mientras tanto, la vida florece aquí y ahora.
Por eso digo que, visto así, la vida misma proporciona el talón de Aquiles del argumento de Dembski para el diseño inteligente. Es verdad que la naturaleza no puede crear información dentro de la naturaleza considerada en su totalidad. Pero si se coloca una parte de la naturaleza en un apropiado marco espacial y temporal, y ocurre que la auto-organización acaece en esa localidad, la vida y la evolución emergen. Las criaturas aprenden a exportar su propia entropía, desafiando a toda lógica, y medran.
Esto no quiere decir que no haya Dios. Ni que la naturaleza pueda sin ayuda, evolucionando como propuso Darwin, producir la complejidad irreductible que constituyen, como insisten Dembski y su acólito Michael Behe, órganos tales como un ojo o un ala.
Yo no afirmo saber de cierto si el ojo, para tomar un socorrido ejemplo, es irreductiblemente complejo. Si lo es, entonces muy probablemente significaría que la selección natural, que sólo puede dar cuenta de la complejidad acumulativa, quedaría fuera de lugar para ello.
Pero los defensores de Darwin, Richard Dawkins el primero, alegan que el ojo es sólo acumulativamente complejo.
Yo no puedo resolver esa disputa. Por lo demás, me siento poco motivado para intentarlo. Porque sucede que yo creo en Dios, aun si Dawkins tuviera razón.
Aun si el ojo, o el ala de los pájaros, o el sonar de los murciélagos, se han desarrollado realmente mediante una ultra-lenta, paso-a-paso, acumulación de muy pequeños cambios, este hecho en mi opinión no excluye a Dios de la evolución. Lo que hace, pienso yo, es excluir que se pueda probar a Dios en la evolución (provability of God in evolution). Y eso es algo completamente diferente.
Antes de desarrollar este tema, en este punto quiero mencionar otra cosa. Es un puro presentimiento mío, a partir de ahora. Si interpreto bien a Kauffman, la auto-organización hace más que sólo arrancar la vida y su consiguiente evolución. Una vez que la vida ha empezado, la auto-organización también potencia el desarrollo mismo.
Me refiero a tales conceptos, en el discurso de Kauffman, como la "evolución de la co-evolución". Kauffman presenta una larga y elaborada discusión sobre este tema; no quiero reproducirla aquí. La idea esencial es que las especies en los ecosistemas pueden co-evolucionar -ejecutan una danza según la cual los cambios de una especie se acoplan a los cambios de las otras. Cuando, durante cierto período evolutivo, se alargan los conductos de las flores de las que los pinzones viven sorbiendo el néctar, entonces, también se alargan los picos de los pinzones.
O, cuando las lenguas de las ranas se adaptan a atrapar deliciosas moscas, cuyo DNA, a su vez, "aprende" adaptativamente a secretar aceite desde las patas de las moscas, el DNA de las ranas "aprenderá" a poner ásperas las superficies de las lenguas, para neutralizar la lisura del aceite.
Eso es "co-evolución" -un proceso que está lleno (según Kauffman) de auto-organización. Los mismos principios que guían a cualquier sistema auto-organizado hacia el ordenado, pero no demasiado ordenado, "borde del caos" -el "sitio" donde emergen la homeostasis y la grácil evolución- se aplican a los sistemas co-evolutivos. Considerado como un sistema-de-sistemas, un ecosistema que está en el borde del caos es mucho más evolutivo de lo que podría esperarse en caso contrario. En una palabra, es una fuente mucho más fecunda de cambio evolutivo.
Mi presentimiento, pues, es éste: que un ecosistema auto-organizado co-evolutivo, equilibrado en el borde del caos, con el tiempo y en virtud de principios puramente darwinianos, puede producir resultados que parezcan, retrospectivamente, de "complejidad irreductible".
Por ahora, en consecuencia, mi respuesta a Michael Behe y otros que señalan la complejidad irreductible como signo del diseño inteligente de Dios, es ésta: primero deben mostrar definitivamente que las "leyes de auto-organización y complejidad" no pueden dar cuenta de ello.
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