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Ortogénesis
II.C.__De "Evolución, marxismo y cristianismo" - capítulo II, Teilhard y la cuestión de la ortogénesis, por P.G.Fothergill
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Teilhard consideraba la evolución como un resultado estadístico de la acción de grandes números en un movimiento general de la materia. Por ejemplo, en "El fenómeno humano", al hablar de los modos de vida, escribió: <<La vida avanza por efectos de masa, a fuerza de multitudes lanzadas a la acción sin plan aparente. Millares de millones de gérmenes y millones de entes adultos, empujándose y devorándose unos a otros, luchan por abrirse paso y por conseguir el mejor y más amplio espacio vital. >> Y continuaba: <<Pero no es la unidad individual la que más parece contar en el fenómeno. Lo que encontramos dentro de la lucha por la vida es algo más profundo que una serie de duelos; es un conflicto de probabilidades. Mediante la implacable autorreproducción, la vida toma sus precauciones contra la desgracia. Aumenta sus probabilidades de superviviencia y al mismo tiempo multiplica sus probabilidades de progreso.>>
La Naturaleza prolifera profusamente, se reproduce casi implacablemente, pero también se diferencia e intensifica. Éste es el estilo de la evolución; la manera como los organismos, una vez alcanzada la vida, la continúan, y buscan, en una variedad de circunstancias, extenderse, ellos y sus descendientes. La evolución es divergente. Teilhard puso de relieve que, tanto en sus individuos como en sus mecanismos especiadores, las unidades evolutivas se hallan sometidas a procesos de prueba y error en gran escala. Es como si la naturaleza evolutiva estuviera experimentando continuamente con sus unidades. Y así Teilhard fue llevado a reconocer otra característica fundamental de la naturaleza, que es un resultado directo del juego de números estadísticamente vastos; a saber, el fenómeno, o técnica, del "buscar a tientas". Es el arma específica de toda multitud en expansión. Como dijo Teilhard: <<Esta búsqueda a tientas combina la ciega fantasía de vastos números con la precisa orientación de un blanco específico. Sería un error verla como una mera probabilidad o azar. La búsqueda a tientas es el "azar dirigido". Se propone penetrarlo todo y probarlo todo para encontrarlo todo>>.
Teilhard atribuía tanta importancia a esta técnica de la búsqueda a tientas como a la de la ortogénesis. A primera vista, la búsqueda a tientas podría parecer hallarse en contradicción con la ortogénesis, pero un examen atento nos muestra que no es así, de la misma manera que un examen atento nos muestra que la visión que Teilhard tenía de la ortogénesis no era antiseleccionista. En realidad, la búsqueda a tientas es un fenómeno visto al micronivel de la evolución, donde cabe ver cómo la selección natural y las mutaciones actúan directamente. Y es la misma naturaleza fortuita de estos procesos, las incertidumbres de la mutación y la "suerte" de la selección, actuando en vastos números de organismos, lo que da origen a la búsqueda a tientas. Así, ésta es la manifestación de la mutación combinada con la selección, pero ello sólo resulta evidente cuando consideramos su acción combinada desde el exterior, por así decirlo, y en cantidades estadísticamente significativas. Teilhard escribió: <<Si la vida ha podido avanzar ha sido porque, buscando incesantemente a tientas, ha encontrado sucesivamente puntos de menor resistencia en los que la realidad cedió ante su empuje>>.
Podemos decir que es precisamente la importancia que otorga Teilhard a la búsqueda a tientas lo que da validez a su uso de la ortogénesis. Es precisamente gracias a que la vida empuja hacia delante en varias direcciones que, cuando encuentra una nueva mutación o un nuevo comportamiento, éste puede insertarse y continuar empujando a su vez, y así sucesiva e indefinidamente. De esta manera, la evolución no es una mera expansión continua que no llega a ninguna parte, porque los intentos y los errores, o la búsqueda a tientas, permiten que la vida encuentre su dirección. La evolución es una dialéctica entre emergencia y divergencia y, en ciertos niveles, de convergencia también. Azar y dirección, ortogénesis y búsqueda a tientas, son características esenciales, generales y subsidiarias de esta dialéctica. Hemos visto, pues, que no hay nada "místico", que no hay imperativos internos ni nada misterioso en la idea que tuvo Teilhard de la ortogénesis. De hecho, Teilhard utilizó la idea en un sentido legítimo que procede de una consideración general de los fenómenos evolutivos y de una consideración más detallada de las líneas evolutivas. La ortogénesis de Teilhard no es una teoría de causalidad evolutiva, como hemos puesto de relieve. Es un alegato que dirige a sus colegas, los hombres de ciencia, para que reconozcan que la evolución, como todos los procesos naturales, es un proceso sujeto a una ley y que señala a una dirección, y no un proceso caótico e inútil. Para Teilhard, la ortogénesis parece ser el medio en virtud del cual la evolución mecanicista puede desarrollarse en un evolucionismo satisfactorio, y por esta razón podemos decir que dentro del sistema de pensamiento de Teilhard la ortogénesis es importante.
La ortogénesis de Teilhard es muy similar a lo que C. H. Waddington llamó un sistema creódico. Un "chreod" es una senda en una dirección definida; es una senda obligatoria que los constituyentes activos de un sistema (bilógico) hacen necesaria. La mera presencia de ciertos constituyentes inherentes en tales sistemas determina la dirección en que se mueve el sistema. Ello se hace perfectamente visible en el desarrollo de los organismos humano y animal, pero no es exclusivo de la esfera biológica. Podemos verlo, por ejemplo, en el funcionamiento de las computadoras o de los aviones dirigidos. Los sistemas creódicos tienen, claramente, un papel importante en la determinación de la dirección de la evolución, y en este sentido parece que exista muy poca diferencia entre los fenómenos de ortogenia y de búsqueda a tientas de Teilhard y los sistemas creódicos de Waddington. Tales sistemas son autoestabilizantes, y Waddington afirma que en muchos aspectos se asemejan a mecanismos inconscientes con una finalidad determinada. En el caso de posteriores desarrollos evolutivos, tales como el de la reflexión en el hombre, los sistemas creódicos pueden asociarse con la voluntad consciente del hombre, contribuyendo así a otorgar un lugar a la voluntad y la teleología en una biología que de otro modo sería puramente empírica.
Sin embargo, persiste el hecho de que todos los fenómenos evolutivos conocidos pueden ser explicados satisfactoriamente en términos puramente empíricos, siguiendo leyes científicas aceptadas. Para dar una explicación científica, biológica o genética de cualquier parte del proceso evolutivo no es preciso tener en cuenta la ortogénesis, ni siquiera en el sentido que le dio Teilhard. Se halla, desde luego, implicada en el uso frecuente de términos tales como tendencias o radiaciones adaptables, pero aquí su uso es principalmente descriptivo. Estrictamente hablando, la evolución dirigida no es mensurable; es, realmente, una de esas conclusiones o inferencias situadas en la frontera entre la ciencia y la filosofía, que extraemos de los datos observados en conjunto. Sólo entra en las consideraciones sobre la evolución si se desea dar una explicación total del significado de ésta. Teilhard, desde luego, fue consciente de este problema, pero el objeto de toda su síntesis estribaba precisamente en buscar una explicación total en términos de valor absoluto. Teilhard quería unir al científico y el filósofo. Gracias a la insistencia de Teilhard acerca de la importancia de la ley básica de la complejidad-conciencia y acerca de la importancia de tener en cuenta el "dentro", podemos sostener que hizo posible tratar a nivel científico la ortogénesis y otras ideas similares.
J. F. Donceel, en un excelente artículo titulado "Teilhard de Chardin: científico o filósofo" ha tocado algunos de los problemas suscitados por esta cuestión. Donceel considera que, en último análisis, el científico, quiéralo o no, y aunque no lo reconozca, si se propone ofrecer una explicación total de sus fenómenos, debe también filosofar. En lo que atañe a la evolución, la reconciliación entre los problemas que Teilhard suscitó con su insistencia en la ortogénesis puede ser resuelta reconociendo que, en la evolución, hay dos niveles de causalidad: la causalidad fenomenal y la "nomenal", eficiente y formal, o, en términos del propio Teilhard, los niveles tangencial y radial. Estos niveles son complementarios entre sí, y Teilhard sostuvo que acaban por fundirse, sobre la base de que la propia causalidad es una manifestación de energía. Desde luego, hemos llegado al viejo problema de si un científico puede ser al mismo tiempo un filósofo y viceversa, o si los dos deben mantenerse rígidamente separados. Acerca de este punto, cada cual debe decidir por sí mismo. En lo que se refiere al científico, en el campo empírico fenomenal no precisa de opción alguna; puede dedicarse a su ciencia a nivel puramente científico. Pero si desea desarrollar una síntesis de la realidad, como se propuso hacerlo Teilhard, debe tratar al mismo tiempo con los aspectos empíricos de las cosas y con sus aspectos inteligibles. De hecho, Teilhard no ha sido, en absoluto, el único científico que ha buscado una explicación total, y que ha sido capaz de reconciliar conflictos metodológicos en su interior. En verdad, una persona es una en su interior, y es perfectamente capaz de buscar una explicación unificada de la realidad de la cual forma parte.
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