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Casciaro
XII.A._ De "Las palabras de Jesús: transmisión y hermenéutica" - José María Casciaro
3. Análisis crítico: De la enseñanza oral de Jesús a los discursos de los Sinópticos.
Para acceder a cómo fuera el proceso desde la enseñanza oral de Jesús a los «discursos», tal como los leemos en los Evangelios, no tenemos otro medio que el de los análisis críticos de los textos canónicos. En cuanto a los Sinópticos, tenemos la ventaja de que buena parte de ellos se nos ha conservado en «doble tradición» (Mt y Lc) y, en una pequeña medida, en triple (Mt, Lc y Mc). La comparación entre sí de los textos sinópticos, cuando se puede hacer, ensancha la verosimilitud de las hipótesis, aunque no lleguemos a certezas. Los Sinópticos hacen, al menos, dos clases de menciones de «discursos» de Jesús: a) Las meras referencias a que Jesús predicaba y pronunciaba discursos, sin mostrar su contenido, sino sólo la indicación somera del tema general, b) Los «reportajes», más o menos extensos -en general breves- de sesiones de predicación o «discursos». Es esta segunda clase la que nos ofrece el material para nuestras consideraciones.
3.1. Las meras referencias a discursos de Jesús.
Las «meras referencias a discursos», si así los podemos llamar, aparecen de modo muy frecuente en los tres primeros Evangelios. Sólo nos interesan indirectamente, esto es, en cuanto que nos dan la desnuda indicación de la existencia de sesiones largas en las que Jesús predicó preferentemente sobre algunos temas. Por eso no los vamos a recorrer, sino sólo recordar algunos, a modo de ejemplos. Así, Mc 1, 14-15 consigna que «Jesús llegó a Galilea predicando el Evangelio del Reino de Dios y diciendo: El tiempo se ha cumplido y se acerca el Reino [o Reinado] de Dios: convertíos y creed en el Evangelio». Y poco más adelante: «Entran en Cafarnaum; y, al llegar el sábado, fue a la sinagoga y enseñaba. Y quedaban admirados de su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene potestad {exousía) y no como los escribas». Aquí se ve con claridad cómo el Evangelista indica que Jesús predicaba y enseñaba, y que sus palabras llegaban al corazón de la gente, pero no dice en concreto qué cosa les predicaba.
Por su parte, Lc 4, 31-32 también nos da una de esas referencias escuetas: «Bajó a Cafarnaum, ciudad de Galilea, y les enseñaba en los sábados. Y se quedaban admirados de su doctrina, porque su palabra iba acompañada de potestad {exousía). La simple lectura nos da ya la impresión de que Lucas, en este pasaje, ha trabajado sobre el mismo dato de tradición que hemos visto en Mc 1, 21-22; Lucas ha generalizado, en forma de «sumario» lo que Marcos ha localizado puntualmente en un sábado. Ninguno de ambos Evangelistas nos dice en concreto qué cosas les enseñaba Jesús en esas predicaciones del [de los] sábado[s], que es de suponer tuvieran aire homilético. En Lc 4, 16-28 menciona el Evangelista parte de la temática de la homilía en la sinagoga de Nazaret, pero no especifica más desarrollos, ni da indicación directa del tiempo que duró.
En fin, otros ejemplos de referencias a «discursos» tenemos en Mc 6, 32-36 (comienzo del relato de la «primera» multiplicación de los panes y los peces).
3.2. Relatos evangélicos de discursos de Jesús.
A diferencia de los casos anteriores, nos vamos a ocupar ahora de aquellos pasajes evangélicos que colocan en labios de Jesús un «discurso». Ya recordé anteriormente que niguno de tales «discursos», ni siquiera el Discurso de la Montaña de Mateo, es largo, si medimos el «tiempo del relato» comparado con el «tiempo real»; éste es siempre más largo que el primero, tiene una mayor «duración». Esto es así de tal modo que todos los discursos evangélicos podríamos llamarlos «resúmenes» (los más largos) y «sumarios» (los más breves) de los «discursos originales de Jesús».
3.2.1. «Sumarios de discursos» o «discursos-sumario».
Un ejemplo de «sumario» puede ser Lc 5, 33-38: se trata de la cuestión del ayuno; el Evangelista resume en seis versículos, cuya lectura pausada no llega a un minuto, una disputa de Jesús con fariseos y escribas. El encuentro tuvo que durar mucho más tiempo. Estamos, pues, ante un caso en que la «velocidad del relato de palabras» o «discurso reportado» es mayor (seguramente mucho mayor) que la «velocidad real». El fenómeno de la gran velocidad en el relato es una característica del lenguaje inteligente, ya proceda del escritor o bien de la tradición que reproduce, puesto que la habilidad del buen narrador (oral o por escrito), uno de los secretos del buen decir, es contar algo con el menor número de palabras y en el tiempo más breve, posible, salvo que se pretenda poner de relieve retóricamente algunos efectos.
3.2.2. «Discursos resumidos».
En otros casos lo que realiza el «reportaje» es hacer resúmenes, muchas veces parciales y desiguales, de las diversas parte del discurso «real». Podemos tomar como ejemplo Lc 4, 14-27, donde nos resume el comienzo de la homilía de Jesús en Nazaret; de la segunda parte, que debió de ser más larga, sólo nos consigna un breve resumen.
El pasaje de Lucas dice así: «... se levantó para leer. Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito:
"El espíritu del Señor Yahvéh está sobre mí,
porque me ha ungido Yahvéh.
Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres,
a vendar los corazones rotos,
a pregonar la liberación a los cautivos,
a los reclusos la libertad;
a pregonar año de gracia de Yahvéh,
día de venganza de nuestro Dios;
para consolar a todos los que lloran,
para darles diadema en vez de ceniza,
aceite de gozo en vez de vestido de luto,
alabanza en vez de espíritu abatido."
[cita explícita de Is 61, 1-2, según Septuaginta]. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». A partir de aquí Lucas cuenta la reacción, admirada al principio, airada después, de sus paisanos, pero omite qué es lo que Jesús siguió diciendo salvo un brevísimo resumen: «sin duda me aplicaréis aquel proverbio: 'Médico, cúrate a tí mismo'. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaum, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Elíseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el Sirio».
La supresión de una parte la podemos llamar «elipsis»; en este pasaje de Lucas no se da, aunque se acerca algo en el «sumario» de palabras de esa segunda parte. Las alternativas entre «resumen del discurso» (que cuenta con relativa extensión su contenido), «sumario» (que algo, aunque muy poco, cuenta de él) y «elipsis» (que nada dice), es un fenómeno estudiado ya por Genette en el relato en general, tanto en el relato de sucesos como en el relato de palabras (que equivale a «discurso» en muchos casos): llama anisocronía a este fenómeno. El «tiempo del relato» del texto lucano, leído pausadamente, es de poco más de un minuto. No es de suponer que la duración «real» fuera tan precaria de tiempo; no es pensable que en un minuto largo pudiera exponer Jesús toda su homilía y que se produjeran las dos reacciones consecutivas y opuestas de complacencia y de irritación de sus conciudadanos.
Los análisis críticos como los que acabo de hacer, realizados con los métodos que nos ofrecen las ciencias del lenguaje, nos van mostrando que los «discursos» de los Sinópticos siguen, como no podía ser de otra manera, los modos de expresión, las figuras literarias, los patrones generales del discurso, sea un discurso de palabras realmente pronunciadas, o bien de palabras ficticias. Dicho de otra manera, el discurso real reportado está sometido a los mismos procesos de enunciación que el discurso ficticio. De ahí que los intentos críticos, desde el punto de vista literario, por determinar qué es lo que puede haber de verdadero y auténtico en el reportaje resumido, por ejemplo, como hemos visto, de Lucas, se mueven en el margen de lo razonablemente conjeturable. En los casos en que no haya ningún otro texto con el que cotejarlos, entran los llamados «criterios de historicidad», que hay que distinguir bien de los criterios literarios. Obviamente, no podemos aquí adentrarnos en este interesante y amplio tema, objeto de estudio de la Exégesis bíblica y de la Teología Fundamental.
Son también muy relevantes los criterios esbozados por Joachim Jeremías, que extrae como conclusiones de sus investigaciones sobre la transmisión de la ipsissima vox lesu: Brevemente, J. Jeremías afirma que hay que dar gran margen de «credibilidad a la tradición de las palabras de Jesús».
Teniendo en cuenta los criterios literarios e histórico-críticos, podemos suponer razonablemente que el Evangelista dispuso de fuente[s] suficientemente contrastada[s] y firme[s], de modo que nosotros podemos prestarle una atendibilidad histórica en grado conveniente. Refiriéndonos al episodio de la homilía en la sinagoga de Nazaret, podemos suponer con fundamento que el suceso fue lo suficientemente grave y llamativo para impresionar y quedar fijado en el corazón y en la memoria de quienes lo presenciaron y eran afectos a Jesús. Allí en Nazaret vivían parientes de Jesús. Fue el primer episodio violento que registran los Evangelios y, también por esta causa, debió de suscitar una honda inquietud en los allegados de Jesús. Algunos serían más tarde discípulos y, por tanto, debieron de recordar con doble motivo el alarmante incidente, unido al argumento sustancial de la homilía, no difícil de recordar, por otro lado. Sobre los testimonios de los testigos pudo formarse pronto la tradición acerca del acontecimiento, sobre la cual realizaría Lucas su labor redaccional, con la ayuda del texto de la Septuaginta para la citación del pasaje de Isaías.
Las características, pues, del pasaje del Tercer Evangelio apuntan a un relato del acontecimiento y de la enunciación del contenido sustancial de la homilía históricamente fiables. Los elementos del relato, tanto narrativo como de palabras, han sido resumidos por el Evangelista (y/o por su fuente). Como la «duración del relato» completo dura escasamente minuto y medio, quiere decir que no hemos de buscar en él una reproducción material del episodio, ni de la ipsissima vox lesu, sino, el contenido sustancial y, probablemente, algunas frases auténticas de Jesús, en su redacción griega.
3.3. Discursos largos atribuidos a Jesús.
Según la pauta de brevedad que me he trazado, como campo de estudio sobre los «discursos largos» contenidos en los Sinópticos, me voy a reducir al análisis del «Discurso de la Montaña», según el texto de Mateo. Lo compararemos con el texto de Lucas, llamado frecuentemente «Discurso del Llano», pero que, si bien mucho más breve, presenta notables paralelismos.
3.3.1. El Discurso de la Montaña.
Un primer paso es la confrontación de las coincidencias y diferencias entre ambos discursos.
En cuanto a las diferencias, saltan a la vista las dos ubicaciones o encuadramientos distintos entre Mateo y Lucas:
En Mt 5, 1-2 Jesús subió al monte, fue rodeado de sus discípulos, se sentó, y, teniendo a la vista la muchedumbre del pueblo, les enseñaba. Todas estas expresiones le dan al introito del discurso unos claros efectos de solemnidad, que no pueden por menos de evocar la subida de Moisés al monte Sinaí-Horeb, al recibir la Tórah. En Lc 6, 17-20 se dice que Jesús se detuvo en un lugar llano, y tenía ante sí a muchos discípulos y una multitud de gente de diversa procedencia; el discurso está presentado con mucha menor solemnidad que en Mateo: simplemente, Jesús «alzando sus ojos hacia sus discípulos decía». El lugar tradicional de las Bienaventuranzas es una suave colina, ni monte ni llano propiamente dichos. Cada Evangelista, o sus fuentes, han presentado la escena subrayando algo: Mateo el paralelismo Moisés-Mesías; en Lucas no se aprecia cuál fuera su intención.
Otra diferencia patente y sabida por todos es el número y estructura de la Bienaventuranzas en cada Evangelio.
Ambos Evangelios abren, pues, el Discurso con un párrafo introductorio (distinto), seguido de las Bienaventuranzas (también diversas), y lo cierran con la misma parábola, referente a sendas casas construidas sobre roca o arena. Pero entre el comienzo y fin paralelos del Discurso, ni la extensión ni el orden son los mismos. En Mateo ocupa 111 versículos, mientras en Lucas sólo 33. Los temas tratados son mucho más abundantes en Mateo. El orden es completamente distinto.
No obstante las diferencias tan notables, el paralelismo del comienzo y del final del Discurso es un indicio importante de que ambos Evangelistas, y/o sus fuentes, se refieren a un mismo discurso «originario» de Jesús. Esta consideración encuentra también apoyo, no obstante las diferencias apuntadas, en que una parte de la temática de Mateo se encuentra también en Lucas, aunque con otro orden, y que toda la temática de Lucas está en Mateo. He aquí en esquema la sinopsis temática:
Lucas Mateo
6, 17-20a ............................. 4, 25-5, 2
6, 20b-26 ............................. 5, 3-11
6, 22-35 ............................... 5, 12. 39-46
6, 36 ................................... 5, 48
6, 37 ................................... 7, 1-2
6, 38 ................................... 7, 7-11
6, 39-42 ............................... (15, 14; 10, 24-25)
6, 43-45 ............................... 7, 17-20
6, 46 ................................... 7, 21
6. 47-49 ............................... 7, 24-27
7. 1 ..................................... 7, 28-29
Salta a la vista que todo el temario de Lucas está contenido en los caps. 5° y 7° de Mateo, que «añade» en ellos algunos otros temas, además de los del íntegro cap. 6º. Sin embargo, muchos de los temas que añade Mateo en el Discurso de la Montaña se encuentran distribuidos en otros lugares de Lucas, con un orden muy diferente del de Mateo, pero que pueden considerarse paralelos. Si mi cuenta es exacta, de los 111 vers. que contiene el Discurso de la Montaña de Mateo, 77 tienen sus paralelos en el Evangelio de Lucas; de ellos 33 en el Discurso del Llano y 34 por diversos lugares, fuera de este Discurso. Dicho de otro modo, aproximadamente dos tercios del contenido del Discurso de Mateo se encuentran en Lucas; aproximadamente un tercio en el Discurso del Llano y otro tercio por lugares bien diversos.
¿Qué ha ocurrido, pues, con el «material evangélico» común a ambos Evangelistas (dos tercios) para que se encuentre tan «desordenadamente» dispuesto al confrontarlos? ¿En qué tramos del proceso desde las tradiciones orales a los Evangelios canónicos se han producido tales desplazamientos? Muchísmo se ha conjeturado sobre el asunto, sin que tengamos datos documentales que diriman la cuestión. La crítica del siglo XIX, continuada por la mayoría de los seguidores de la Formgeschichte y sobre todo de la Redaktions-geschichte, atribuyeron a Mateo la responsabilidad de haber «organizado» en un discurso de esquema temático, de un lado, el material de logia lesu que se encontraba en la Quelle, escrito sin enmarcamiento histórico; y de otro, el material de logia de la fuente propia de Mateo. Esta opinión puede decirse que sigue siendo hasta ahora la más común. Ello no quiere decir, sin embargo, que se trate de una tesis adquirida de modo definitivo o demostrada. Voces recientes, como la de Bo Reicke, presentan objeciones no pequeñas: ¿Es razonable pensar que un autor, como Mateo o Lucas, se haya permitido trastocar de tal modo el orden de un documento escrito de la naturaleza que se atribuye a la fuente Q? ¿No sería más razonable pensar que la mayor parte de ese material no estaba recopilado por escrito formando un documento, o bien se contenía en varias tradiciones orales o escritas, pero sin constituir una unidad ya formada en firme?
La agrupación de logia Iesu formando discursos, que tiene el ejemplo más egregio en el Discurso de la Montaña, es una característica bien firme del Primer Evangelio en cuanto a la manera de ordenar los materiales. Pero ello no quiere decir que sea forzosamente original y exclusivo de Mateo. Es claro que también en Lucas encontramos un Discurso del Llano, más breve y menos construido que el del Monte, pero en cierto modo paralelo. Algo parecido hay que decir acerca del Discurso de Misión ( Cfr. Mt 10, 5-42; Me 6, 7-12; Le 9, 1-6 y 10, 1-12); o del Discurso de las Parábolas (Cfr. Mt 13, 1-53; Me 4, 1-33; Le 8, 4-18); o del Discurso Eclesiástico; o, finalmente, del Discurso Escatológico (Cfr. Mt 24, 1-25, 46; Me 13, 1-37; Le 21, 5-36), los cinco conservados en la triple tradición sinóptica. En todos ellos hay un fondo temático común, que en Mateo se encuentra notablemente desarrollado y ampliado. Esta circunstancia indica que en la tradición precedente a los Sinópticos ya había una tendencia a ciertas agrupaciones de logia lesu, que los Evangelistas (y tal vez antes sus fuentes) desarrollaron más o menos.
Es, desde luego, difícil de precisar hasta qué punto la tradición presinóptica dispuso de una base literaria (probablemente oral; tal vez parcialmente escrita) de agrupaciones de dichos de Jesús, en una forma rudimentaria de discursos. Ahora bien, la constatación de los cinco discursos que hemos mencionado (y otras agrupaciones menores) inducen a pensar que ya había una labor de agrupaciones de dichos, previa a la tarea redaccional de los Evangelistas. En esta línea van indudablemente los últimos documentos del Magisterio, cada uno en su nivel. Así se manifiestan la Instrucción «Sancta Mater Ecclesia»:
«[Los autores sagrados] escogieron algunas cosas; otras las sintetizaron; desarrollaron algunos elementos mirando la situación de cada una de las iglesias, buscando por todos los medios que los lectores conocieran el fundamento de cuanto se les enseñaba (cfr. Lc 1, 4) (...). Pero, dependiendo el sentido de un enunciado del contexto, cuando los evangelistas, al referir los dichos y hechos del Salvador, presentan contextos diversos, hay que pensar que lo hicieron para utilidad de sus lectores (...). Verdaderamente no va contra la verdad de la narración el hecho de que los evangelistas refieran los dichos y hechos del Señor en orden diverso (cfr. S. J. CRISÓSTOMO, In Matt Homil. 1, 8: P. G. 57, 16-17) y expresen sus dichos no a la letra, sino con cierta diversidad, conservando su sentido (cfr. S. AGUSTÍN, De consensu Evangelisarum, 2. 21, 51ss: P. L. 34, 1102). PONTIF COMISIÓN BÍBLICA, Instr. «Sancta Mater Ecclesia», n. 2; texto cas-tellano en «Ecclesia» 30 mayo 1964.
y la Const. dogm. «Dei Verbum», n. 19:
«Los autores sagrados compusieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas ya transmitidas de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la situación de las iglesias, conservando, en fin, la forma de predicación».
3.3.2. Labor redaccional de Mateo y Lucas, según el Discurso de la «Montaña» y del «Llano».
Hemos considerado el comienzo y el final respectivos, paralelos, de los Discursos de la Montaña y del Llano. De momento sólo podemos deducir que, bien una fuente común, o si se quiere mejor, una tradición, ha recogido el recuerdo de una sesión de predicación importante de Jesús, cerca del Mar de Galilea. Igualmente, el contenido temático, pese a sus diferencias, ofrece las suficientes coincidencias para pensar que la tradición previa a los Evangelios de Mateo y de Lucas conservaba ya una recopilación de enseñanzas de Jesús, bien con una agrupación original del Maestro, o bien como resultado de una labor de sutura, intermedia entre Jesús y los Evangelistas.
Ahora bien, el diverso tratamiento de los mismos temas, la diversificación del orden de aquéllos, las «añadiduras de Mateo», el diverso orden en el Discurso del Llano y los diversos contextos fuera de este discurso en que Lucas sitúa bastantes dichos, parecen indicar que no es suficiente que esa diversificación se haya producido en las tradiciones o fuentes previas a los textos evangélicos. Se hace necesario postular la labor redaccional de cada Evangelista, entreabierta a través de las peculiaridades estilísticas, de sus «focalizaciones» respectivas, sus centros de interés, y sus preocupaciones peculiares teológicas. No es fácil ver otra explicación de las dos diferentes introducciones del Discurso, una en el monte y otra en el llano: según el lugar que le asigna la tradición, ya hemos dicho que la topografía muestra una loma relativamente suave.
3.3.2.1. El paralelismo Moisés-Mesías en Mateo.
A Mateo le interesó enfatizar que este discurso, quizás con un cierto carácter programático ya en origen, tenía un paralelismo con la promulgación de la Ley en el Sinaí-Horeb; constituía algo así como «las palabras del Mesías» o «la Nueva Ley», anun-ciada por Jeremías para los tiempos de la restauración. De ahí que Mateo presente el Discurso con la solemnidad antes subrayada. El lector no puede dejar de evocar en su recuerdo la promulgación de la Ley mosaica. Los exegetas están de acuerdo en que Mateo dirige su Evangelio a cristianos procedentes del judaismo, bien de Siria o de Judea. Esta circunstancia es, pues, coherente con la presentación que hace el primer Evagelista.
Desde hace varias décadas la exégesis erudita, con mayor o menor énfasis, ha señalado el paralelismo Moisés-Cristo a lo largo del Primer Evangelio. Así, por ejemplo -no quiero demorarme en la cuestión-, Schöps apuntaba que el Discurso de la Montaña correspondería a la promulgación del Decálogo en el Sinaí; que los diez milagros agrupados artificiosamente por Mateo (caps. 8 y 9) recuerdan las Diez plagas de Egipto; la matanza de los Inocentes (cfr Mt 2, 16) a la orden del Faraón contra los niños hebreos (cfr Ex 1, 22); en la huida a Egipto (cfr Mt 2, 14-15), la cita de Oseas volvería a poner en relación a Jesús con el pueblo de Israel, incluso con la circunstancia de que la orden de vuelta se le da a José (cfr Mt 2, 20) con iguales palabras que a Moisés (cfr Ex 4, 19). Otros autores, como Dabeck, veían nuevos paralelos: los cinco grandes discursos de Mateo serían eco de los cinco libros de Moisés (Pentateuco), sobre todo el discurso de la Montaña, en el que se percibe el contraste con la Antigua Ley; las siete Bendiciones y maldiciones de Moisés (cfr Dt 28) responderían a las siete/ocho Bienaventuranzas y ayes de Jesús (cfr Mt caps. 5 y 33); el mensaje más profundo de Moisés, constituido por la revelación del nombre de Yhwh como el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob (cfr Ex 3, 13-15) correspondería con el mandato del final de Mateo de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cfr Mt 28, 19). Feine y Behm añadían otros paralelos: los cuarenta días de ayuno de ambos mediadores; el Sinaí y el monte de la Transfiguración de Jesús y el de las apariciones (Mt 28, 16).
En contraste, para los primeros destinatarios de Lucas, cristianos de las comunidades greco-romanas, resultaba muy secundaria la evocación de Moisés. Quizás por ahí podamos explicarnos las diferencias del Tercer Evangelio con respecto al Primero en este aspecto: carece de importancia la localización del discurso en «el monte»; no hay solemnidad en el introito; el tono del discurso es más bien sapiencial que de mandamientos; etc.
Desde la perspectiva del paralelismo de interés judaico Moisés-Mesías, que en Mateo adquiere la forma de paralelismo de superación (Cristo es muy superior a Moisés), aparece, quizás, la clave redaccional de Mateo: las perícopas sobre Jesús y la Miqra', que no vienen en Lucas, y la larga perícopa de las antítesis que, salvo algunas frases sueltas, tampoco viene en el tercer Evangelio. Las «antítesis», con su fórmula constante «oísteis que fue dicho [sigue un precepto de la Tôrah]... pues yo os digo» [sigue la profundización de Jesús sobre el mismo mandamiento], sitúan a Jesús, según todas las probabilidades, en el plano mismo de Dios, por encima de Moisés; Jesús lleva la Tôrah a su plenitud, es el conocedor y maestro definitivo de la Ley, el que da su interpretación auténtica.
3.3.2.2. Las Bienaventuranzas.
Respecto a la aportación de cada Evangelista en la perícopa de las Bienaventuranzas, hay aspectos secundarios que son fáciles de escrutar. Por ejemplo, los «pobres según el espíritu» {hoí ptôchoí tó pneúmati) es una traducción [parafrástica] deráshica de Mateo, respecto de un original materialmente expresado simplemente por hoí ptôchoí, según reporta Lucas: sobre ello no debe caber hoy día duda razonable después de los estudios de Diez Macho sobre el derash neotestamentario. Pero lo que es más difícil de explicar es la diferente redacción global de las ocho Bienaventuranzas de Mateo y las cuatro de Lucas con sus contraposiciones: ¿Se trata de una labor puramente redaccional, o han intervenido en esa diversificación las diferentes tradiciones que respectivamente están en la base de ambos Evangelios, o, finalmente, tiene algún fundamento en la predicación original de Jesús? No se puede dar, por ahora, una respuesta segura y definitiva. Son posibles las tres hipótesis, aunque lo más razonable parece ser debida a la labor redaccional de cada Evangelista, quizás apoyada en su propia tradición.
3.3.2.3. El capítulo sexto de Mateo.
Resulta claro que la labor redaccional de Mateo ha consistido en coleccionar y ordenar, en el cap. 6°, algunas enseñanzas de Jesús sobre tres pilares importantes de la piedad israelita: limosna ayuno y oración. Parte del material sobre esos temas se encuentra también en Lucas, pero «disperso» por varios capítulos, y parte no se halla en ningún lugar del Tercer Evangelio. Siguiendo a B. Reicke reitero la dificultad que parece presentarse al pensar que ambos evangelistas hayan acudido a una misma fuente escrita, la Q, donde supuestamente estaría buena parte de ese material, y la hayan casi descuartizado sin mayor reparo, para pegar aquí y allá cada uno, según sus respectivos proyectos literarios. La cuestión se presenta, pues, más compleja y no se debería acudir con demasiada facilidad a hipótesis de fuentes escritas desarrolladas orillando las posibilidades de colecciones más pequeñas orales, que tolerarían mejor el «descuartizamiento» al que me he referido. En algunos casos, nos podríamos encontrar con los llamados logia erráticos, a los que prefiero llamar «logia de enmarcamiento opcional». Para dar una explicación del «desorden» de Lucas frente al «orden» de Mateo en el cap. 6°, me parecería más razonable pensar en que ambos encontraron el material «sin orden previo», más probablemente en tradiciones orales, sin llegar a la composición de la fuente Q. Esta conjetura tolera mejor el ordenamiento tan diverso de los mismos logia por Mateo v Lucas.
Mateo incorporó a la enseñanza sobre la oración el Padrenuestro, que posiblemente ocurrió en otra ocasión y lugar. A esta conjetura inclinan la diversa localización en Lucas, la otra tradición existente, que ubica el «Paternóster» en el Monte de los Olivos frente a Jerusalén y, finalmente, el procedimiento usual de Mateo de agrupar diversos logia Iesu por temas, formando discursos. Por otra parte, lo más razonable es pensar que la redacción mateana del Paternóster añadió las especificaciones y aclaraciones que no encontramos en la redacción de Lucas, por influjo del uso acuñado por la liturgia y la catequesis de la primitiva Iglesia. Tales especificaciones encajaban bien con los procedi-mientos deráshicos del judaísmo y primitivo cristianismo palestinense y no significan infidelidad alguna a la enseñanza de Jesús, sino más bien, al contrario, acomodación a los primeros oyentes o lectores para que la enseñanza del Maestro fuera rectamente entendida, más allá de una concepción demasiado material de la fidelidad literal.
A origen y usos catequéticos y litúrgicos es lógico atribuir: la añadidura «nuestro» a «Padre», seguramente por recitación comunitaria; «venga tu Reino», por la plegaria litúrgica de las primitivas comunidades judeocristianas; y «no nos dejes caer en la tentación», a instancias catequéticas.
3.3.3. Hacia una reconstrucción del fondo original de Jesús.
No se puede dudar razonablemente de que los respectivos textos de Mateo y Lucas presentan el resultado de una operación redaccional sobre el recuerdo -conservado por una tradición o tradiciones- de unas enseñanzas de Jesús.
3.3.3.1. Primer balance valorativo de los datos.
La coincidencia temática de las Bienaventuranzas, de la superación de la ley del tallón, del amor a los enemigos, la abstención de juzgar al prójimo, la «regla de oro de la cari-dad», el reconocimiento del buen árbol por sus frutos, los verdaderos discípulos de Jesús, y la edificación sobre roca, logia que vienen casi paralelos en ambos discursos del Monte y del Llano, plantean ineludiblemente la cuestión de sus orígenes y de sus fuentes. ¿De dónde podrían proceder esas secuencias temáticas? ¿De los respectivos evangelistas, de una tradición común o tradiciones diversas, del mismo Jesús?
En el estadio actual de las investigaciones no se pueden dar respuestas categóricas. Más bien hay que pensar que tanto los evangelistas, como sus fuentes, han operado sobre una base que se remonta a la predicación de Jesús en Galilea, con un cierto carácter programático y solemne. No basta con recurrir a la supuesta fuente Q para dar por resueltos los problemas de las coincidencias entre los logia de Mateo y de Lucas. Sería trasladar de modo demasiado simple la originalidad de Jesús al redactor de la Q, cuando lo razonable es lo contrario: en todo caso sería más bien Q quien se habría basado en la predicación de Jesús. Tampoco deben desestimarse las coincidencias de Lc 7, 1 y Mt 7, 28-29 en atribuir a Jesús sesiones largas de predicación, en las que alguna estructura temática debía de haber.
Otra cuestión, muy razonable de suponer, aunque muy difícil de probar, es que Jesús debió de repetir, en diversas ocasiones y escenarios, sesiones de parecida temática, cambiando algo las expresiones, la longitud de sus tratamientos, el orden de los temas y las tonalidades. Estas circunstancias no deben ser marginadas a la hora de hacer las hipótesis. A veces, los estudios críticos parecen partir de la base de que Jesús dijo las cosas una sola vez, cuando lo contrario es lo más lógico: debió de repetir muchas veces las mismas ideas básicas, no de manera exactamente igual, pero sí parecida. Tal vez si tuviéramos más en cuenta estos supuestos probables, podría hacerse alguna luz acerca de coincidencias y variaciones entre los textos de la tradición sinóptica. Los evangelistas no han podido humanamente reproducir de manera material lo que Jesús dijo en cada caso a lo largo de su ministerio público. De haberlo hecho así se habrían recopilado bastantes gruesos volúmenes, en los que se encontrarían repetidas muchísimas ideas y enseñanzas, con fórmulas a veces idénticas, a veces, distintas.
Se ha repetido hasta la saciedad que los Evangelios no son unos diarios, y es verdad. Son obras literarias breves, de síntesis, organizadas literaria y teológicamente. Los evangelistas no se propusieron reproducir en su totalidad y con exactitud magnetofónica lo que Jesús dijo en cada lugar y ocasión. Tampoco dispusieron humanamente del material necesario para ello. Sólo pretendieron ofrecer un resumen, ordenado, sin que se perdiera nada importante de las enseñanzas del Maestro, pero sin repeticiones innecesarias y fastidiosas en un libro.
En estas circunstancias podemos decir que sería una empresa tan incierta como innecesaria pretender reconstruir «cómo fue de hecho el discurso original de Jesús en la colina de las Bienaventuranzas». Sólo disponemos de los recuerdos conservados en los textos de Mateo y Lucas. Además, éstos, sobre todo Mateo, con toda probabilidad agruparon aquí enseñanzas y dichos de Jesús pronunciados en otras ocasiones, que eran coherentes con la temática del material de tradición que había llegado a su disposición. Por otra parte, sintetizaron y resumieron seguramente este material.
3.3.3.2. Algunos principios críticos de evaluación.
En nuestros días sólo quedan exponentes residuales, aunque sean muy meritorios y dignos de respeto, de la época historicista que rodea al año 1900. En ese siglo largo se intentó, por unos u otros procedimientos y con unos u otros fines, la «reconstrucción objetiva de los hechos» y, en nuestro caso, de los dichos de Jesús. Sin llegar, en un movimiento pendular, al otro extremo, me parece que nos debemos contentar con tres aportaciones importantes de la crítica histórico-literaria:
1) No se puede dudar de que Jesús mantuvo sesiones largas en su predicación, a las que podemos llamar «discursos», aunque en ningún caso nos conste documentalmente su contenido completo. Tenemos, sí, recuerdos que pueden ofrecernos el núcleo sustancial del contenido. Este es el caso de un «discurso» mantenido en una colina cerca de Cafarnaum y del que Mateo y Lucas nos han dejado, cada uno, su versión acomodada a sus fines respectivos y en función de las fuentes de que dispusieron.
2) La comparación de ambos textos nos da una pauta, con valor general: Más que el desarrollo lineal y ordenado de aquellas sesiones o discursos originales de Jesús, las tradiciones que están en la base de los Sinópticos conservaron logia compuestos por breves fórmulas y frases algo más largas, que tienen las garantías de ser auténticas de Jesús. Antes de la redacción de los Sinópticos, las tradiciones, principalmente orales sin descartar la posibilidad de colecciones escritas, debieron de hacer ya algunas agrupa-ciones temáticas.
3) Mateo y Lucas, cada uno con sus características y recogiendo la herencia de las tradiciones de que dispusieron, nos transmiten con fidelidad inteligente (y con fidelidad hasta literal en algunos casos), bien asimilada, la enseñanza de Jesús en su conjunto, y en algunos casos el recuerdo sustancial de algunas sesiones de predicación, a las que podemos llamar discursos. Aquí podemos incluir el Discurso de la Montaña o del Llano.
En suma, los evangelistas, en su profunda captación de las enseñanzas de Jesús, no se han sentido obligados a hacer esa reconstrucción mecánica u «objetiva», que gustara a los historicistas, sino que las han presentado de una manera apropiada, en el seno de la tradición viva de la primitiva Iglesia, teniendo en cuenta las necesidades y circunstancias de sus primeros destinatarios.
3.3.4. La cuestión de la «ipsissima vox Iesu» en el Discurso de la Montaña.
En los primeros capítulos me ocupé, de modo más general, del tema de la transmisión de las palabras de Jesús hasta llegar al estadio de los Sinópticos. Allí llegué a la conclusión crítica de que dicha transmisión se hizo de manera inteligente, no mecánica (si bien, por lo que se refiere a frases sentenciosas, existen muy serios indicios de fidelidad literal-, y que precisamente ese modo de proceder es una garantía de fidelidad al contenido, en contra de los que se pensaba en la época historicista. Todo ello no obsta para que, a lo largo del Discurso de la Montaña haya logia que lleven la impronta de la autenticidad literaria de Jesús, a través de la mediación de la versión griega de los Evangelios canónicos.
3.3.4.1. Las Bienaventuranzas
Quizás, después de veinte siglos, nos podamos haber habituado a leer sus formulaciones radicales, aunque no a responder sinceramente a sus exigencias morales y teológicas. Aunque tengan ciertos precedentes literarios y doctrinales en el Antiguo Testamento, como conjunto representan tal novedad, radicalismo, fuerza expresiva y coherencia con lo que sabemos que fue la entera vida de Jesús y la clave de su enseñanza, que no es posible que hubiera sido capaz de pensarlas, ni tampoco atrevido a pronunciarlas, ninguna otra personalidad que la suya, ni grupo alguno cristiano. En cuanto al aspecto literario, las recensiones de Mateo y Lucas debieron de haberse servido de expresiones de Jesús que procedían, unas de aquel discurso programático junto a la colina, no lejos de la orilla del Lago de Genesaret, cerca de Cafarnaum, y otras de varios momentos diversos: probablemente nunca llegaremos a saberlo con certeza aquí en la tierra. Lo cierto es que, con las variantes literarias -muchas veces deráshicas- que presentan ambas recensiones, podemos retener como bien fundado críticamente que ofrecen traducciones griegas fieles incluso a la letra de lo que debieron de ser algunas de las ipsissima verba Christi.
En este punto se podría extender nuestro estudio a pormenores del vocabulario, sintagmas y frases de las Bienaventuranzas. Pero no es ésa la opción que he hecho.
3.3.4.2. Las "Antítesis".
Todos los estudiosos admiten hoy día el carácter compilatorio del Discurso de la Montaña de Mateo. Hace ya unos veinticinco años J. Jeremías concluía que este Discurso viene a ser una especie de catecismo para la primitiva cristiandad, en el que se muestra, a los ya creyentes en la Buena Nueva de Jesucristo, cómo han de conducirse en adelante. Según esto, nada tiene de extraño que en el Discurso se encuentren recopilados muchos logia Iesu y que éstos sean «parte integrante del Evangelio», es decir los dichos de Jesús que encontramos en él están íntimamente tejidos en el conjunto de su predicación.
Así, pues, para muchos autores, el material o fondo de las seis antítesis es genuinamente de Jesús, pero la agrupación actual debió de ser fruto de la labor sintetizadora del Evangelista (quizás apoyado en alguna tradición precedente). Se discute si la tercera antítesis proviene de la transposición que hace Mateo del episodio recensionado por el mismo evangelista en Mt 19,11-12. En todo caso, sólo Jesús pudo pronunciar la doble fórmula radical que introduce cada una de las dos parte de todas las antítesis: lª)'Ekoúsate hóti erréthe toís archaíois...2ª)'Ego de lego humîn. El alcance moral y teológico de las antítesis tampoco es pensable en una personalidad distinta de la de Jesús. Y su radicalidad en la exigencia ética también está en completa coherencia con su vida y con el conjunto de su enseñanza.
3.3.4.3. El Padrenuestro.
Con la mayoría de los exegetas pienso que es razonable la suposición de que Mateo trasladó al Discurso de la Montaña la oración dominical. Otra cuestión previa es la de ¿cuál de las dos redacciones, la de Mateo o la de Lucas, puede ser la más cercana al original del Señor? Es cuestión ampliamente estudiada por la crítica moderna, que adjudica a Lucas la transmisión de la redacción mas fiel en su literalidad y también en su ubicación. La coexistencia de dos redacciones de texto tan importante en la tradición de la primitiva Iglesia se explica razonablemente recurriendo a los procedimientos deráshicos estudiados por A. Diez Macho. La redacción más larga y más clara de Mateo es coherente con su finalidad catequética y puede reflejar el uso en este sentido en algunas de las comunidades locales primitivas. Desde este punto de vista, la fidelidad al original, insisto, no debe medirse solo por la identidad material de la conservación; es necesario conjugar ésta con la fidelidad semántica, que tiene en cuenta también el proceso de cambio de significación y de sentido, a través del tiempo, de palabras y sintagmas. Desde esta óptica, no me atrevería yo a decir que Lucas es más fiel que Mateo sino que ambos son perfectamente fieles en sus respectivos entornos.
Estando las cosas así, con la enmarcación del Padrenuestro en el Discurso de la Montaña, Mateo ha conseguido recopilar una vasta enseñanza de Jesús sobre la oración, de la que debió de tratar en varias ocasiones ya que constituía práctica primordial de la piedad israelita, como lo será de la piedad cristiana. Si Jesús vivía tan asidua y profundamente su oración personal, es lógico inferir que enseñara a sus discípulos las características que debía tener, su necesidad, su eficacia para la vida del hombre, las condiciones de humildad, fe, confianza y perseverancia con las que se ha de hacer, y que diera alguna pauta sencilla, como se plasma en la "oración dominical". Por otro lado, dirigirse a Dios como Abbá constituyó el descubrimiento de una intimidad en e! trato de la criatura humana con Dios, derivada de las relaciones inefables de Jesús con el Padre celestial. Era una auténtica novedad para la piedad del pueblo de Dios.
4. Conclusión.
No ha sido mi propósito el análisis pormenorizado de los temas. Sólo he considerado algunos textos a manera de ejemplos para mostrar más fácilmente algunas pautas acerca del modo de enfocar la fidelidad inteligente de los evangelistas a las enseñanzas concretas y al mensaje nuclear de Jesús, salvando las estrecheces de la mentalidad 'historicista' de épocas pasadas. En el capítulo cuarto me he ocupado de la transmisión de los logia Iesu en cuanto pequeñas unidades de sentido. En el cap. quinto, por el contrario, me he ocupado de las grandes unidades o «discursos». Desde una u otra perspectiva y observando uno u otro campo de estudio, sin pretensiones de exhaustividad, he intentado establecer, provisionalmente, a lo largo del trabajo, algunas bases teóricas, en línea de principios, del problema de la reconstrucción crítica de las palabras puestas en boca de Jesús por los Evangelios Sinópticos, bien se tratara de logia breves o de más extensos «discursos». Una recapitulación de cuanto he dicho me parece que podría ser redundante.
De todos modos, parece segura la conclusión de que tanto el Discurso de la Montaña de Mateo como el Discurso del Llano de Lucas son, en su estadio textual definitivo, compilaciones de logia Iesu que han tenido un proceso de síntesis y de agrupación, desde una base originaria de Jesús, hasta los textos canónicos, pasando por la etapa no documentada de la tradición o tradiciones de la primitiva Iglesia.
Parece claro que sólo existen dos modos de proceder en el relato de palabras: 1°) El estilo directo, mediante el cual se ponen en boca del personaje los parlamentos correspondientes. Y 2°) El discurso indirecto, mediante el cual el narrador asume la responsabilidad de enunciar, con sus propias palabras, lo que han dicho los personajes. Y no hay sustancialmente más modos, salvo el discurso intermedio mixto, en el que se dan los dos modos mezclados, con predominio pero no exclusividad, del discurso directo o del indirecto. Según estos criterios, la cuestión de la reconstrucción crítica de los discursos originales de Jesús a partir de los textos Sinópticos debe enfocarse de manera nueva, singularmente muy distinta de como se ha venido considerando en la época de predominio de la visión historicista. Algo semejante debe decirse de la conservación de logia Iesu breves, sea en forma de sentencias, o de parábolas -más o menos desarrolladas- o de otros tipos de recuerdo de las palabras de Jesús.
Precisamente las diferencias en la redacción, cuando disponemos de dos «discursos» de alguna manera paralelos, como es el caso del Discurso de la «Montaña» y del «Llano», ayudarán a perfilar la tarea crítica, sabiendo que, sin embargo, resultará desde ahora -en la historia de la investigación- más secundaria la cuestión de la reconstrucción «objetiva» del «discurso original» en la materialidad de sus palabras.
Además, en cuanto que los narradores no disponen más que de los dos modos mencionados del discurso directo y del indirecto, con sus grados intermedios mixtos, la cuestión de la «historicidad de los discursos» debe verse a una nueva luz. Ello no impide que sigamos esforzándonos por acercarnos a la ipsissima vox Iesu, con tal de que no extrapolemos los enfoques y las consecuencias: en cualquier caso, ya sea por medio de discurso directo o del indirecto, los Evangelistas nos han transmitido con fidelidad el contenido sustancial y auténtico de Jesús, como admite la fe de la Iglesia y como las investigaciones críticas van apoyando, aunque no puedan sustituir a la fe ni demostrarla, en el sentido también de la época historicista.
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