|
Holarquía
I.E:_ La Holarquía de la Vida - Andrew P.Smith (Extracto. Traducido del inglés).
(...)
La mayoría de las religiones occidentales tienen actualmente un punto de vista más liberal y tolerante, que graciosa y educadamente cede ante la ciencia en prácticamente todos los temas excepto respecto a Dios. Pero este abandono de su autoridad simplemente hace más evidente su insuficiencia. ¿Qué es Dios? ¿Qué importancia tiene Dios para la existencia humana? Cuando la religión trata de responder a esta pregunta, cae en una paradoja fundamental. Si Dios es omnisciente, omnipotente, e infinitamente compasivo, ¿por qué hay ignorancia, injusticia y sufrimiento en el mundo?
La religión tradicional no puede superar esta paradoja porque nunca ha comprendido plenamente que Dios no es sólo algo digno de alabanza, reverencia, oración, o cánticos; Dios es para ser "realizado". El único modo significativo de entender la existencia de la imperfección es como una fuerza motivadora, no simplemente para mejorarnos, sino para hacernos trascender, para llegar a unificarnos con algo mucho mayor que nosotros mismos.
(...)
Al filósofo griego Aristóteles se ha atribuido usualmente el haber desarrollado la primera cosmovisión basada en la jerarquía, al menos en Occidente. En su gran esquema - que él llamó "Escala de la Naturaleza", pero que fue conocido después como "Gran Cadena del Ser" - había más de una docena de niveles de existencia, empezando con la materia inanimada y subiendo hacia las plantas, cinco clases o grupos de invertebrados, cinco clases de vertebrados, los seres humanos, y Dios por encima de todo. Dios no era solamente el creador de la Gran Cadena, sino también la referencia para ordenar todo lo demás, de manera que cuanto más alta estaba una forma de vida en la jerarquía, más cercana estaba de Dios y mayor era su grado de perfección. Como era un agudo observador de la naturaleza, Aristóteles basó una de sus clasificaciones en el grado de desarrollo en el nacimiento, no mal comienzo éste para una biología comparada. Otra clasificación la hizo según las "potencias del alma", en lo que podríamos decir que anticipó gran parte del trabajo actual de ordenación de los animales superiores, y en particular de los seres humanos y sus civilizaciones, mediante etapas de concientización.
(Campbell 1959; Loevinger 1977; Habermas 1979; Wilber 1980, 1981; Gebser 1986; Piaget 1992).
Aunque las jerarquías consisten en niveles por definición, en la Gran Cadena del Ser las distinciones entre niveles se concebían tan tenues que los niveles se sucedían formando una continuidad, transformándose gradualmente cada uno en el siguiente. Este aspecto de la Gran Cadena le vino a Aristóteles del concepto de "plenitud" de Platón. La naturaleza infinita de Dios parecía implicar que todo lo susceptible de ser creado sería creado, que todo lo posible tendría que ser realizado. Así que había plenitud de existencia; no sólo un lugar para cada forma de vida, sino una forma de vida para cada lugar.
La continuidad de la Gran Cadena implicaba dos características importantes, cada una de las cuales está reflejada de alguna manera en nuestra moderna versión de la jerarquía. En primer término, hacía que cada forma de vida, aún la más baja y apartada de Dios, fuese en alguna medida tan esencial para el conjunto de la jerarquía, como todas las demás. Si todo lo que existe tiene que existir, entonces cada nivel, cada eslabón, es vital. Si se quita o rompe cualquier eslabón, se destruirá toda la cadena. Esta noción anticipa las ideas modernas sobre la conectividad de la existencia, según las cuales cualquier forma de existencia está relacionada intrincadamente mediante procesos a muchas otras formas de existencia.
Una segunda implicación de la continuidad es que haya de haber formas de existencia más elevadas que la humana. Cualquiera que fuese la concepción griega de Dios, dejaba claramente un hueco entre el Creador y cualquier mortal. Para llenar este hueco, los escolasticos posteriores a Aristóteles postularon una serie de ángeles y divinidades, superiores a los humanos pero inferiores a Dios. En la versión moderna de la jerarquía, una posición similar la ocupan los niveles superiores de conciencia.
Durante cerca de 2000 años, la Gran Cadena persistiría como una de las ideas nucleares de la civilización occidental. Tuvo una profunda influencia, no sólo en la filosofía y la religión, sino, en palabras del historiador Arthur Lovejoy, en el mismo "plan y estructura del mundo que...los hombres más educados aceptaban sin discusión." Su destronamiento en los siglos XVIII y XIX, según Lovejoy, fue consecuencia de una inconsistencia fundamental entre las dos clases de Dios que parecía implicar: un Dios trascendente, más allá de toda existencia, perfecto e inmutable; y un Dios inmanente, que creaba la Gran Cadena derramándose fuera de sí, por así decirlo, en la existencia mundana. El Dios inmanente era el creador de lo imperfecto, tanto de lo malo como de lo bueno, lo que los filósofos sólo podían interpretar como resultado de una elección o una necesidad. Si por elección, se planteaba la cuestión de por qué Dios había escogido crear la imperfección y el mal; si por necesidad, entonces Dios no era omnipotente. Como indiqué antes, esta paradoja fundamental continúa persiguiendo a la religión actualmente, con o sin Gran Cadena.
Este dilema filosófico, pues, debilitó grandemente a la Gran Cadena. Pero su golpe de gracia se debió probablemente a Darwin. La Gran Cadena era una estructura estática. Todas las clases de objetos materiales y de especies animales se concebían como creadas por Dios en un mismo momento; y una vez creadas permanecían como estaban, sin cambiar, para siempre. La teoría de la evolución revolucionó completamente esta idea, por supuesto. Aunque el concepto de evolución no es incompatible con el concepto general de jerarquía, esta última idea, tal como se planteaba en la Gran Cadena, estaba tan entremezclada con el orden estático que cayó junto con éste.
La ciencia y la filosofía, como todos los asuntos humanos, están en alguna medida determinadas por un contexto más amplio, social, político, cultural y económico, y ciertos elementos de este contexto colaboraron a condenar la Gran Cadena del Ser. Los siglos dieciocho y diecinueve fueron una época de individualismo, marcada por un acentuado cambio de enfoque desde Dios al hombre. En la esfera política, nacían las democracias; la economía había descubierto el libre mercado y la "mano invisible" de Adam Smith. En la propia religión, la Reforma protestante había cuestionado anteriormente la autoridad exclusiva de los clérigos en la interpretación de las escrituras. Juntas, estas tendencias crearon un ambiente que enfatizaba la libertad de pensamiento y de acción, la responsabilidad individual, y una disposición, particularmente en América, en la que no se aceptaban límites a las posibilidades humanas.
Tales libertades y aspiraciones no se conciliaban fácilmente con una visión del mundo que asignaba a los seres humanos un lugar fijo en el cosmos, que establecía que los humanos no podían elevarse por encima de su estado actual. "Esta jerarquía," protestaba Voltaire, "agrada a esos buenos tipos que se imaginan verla en el Papa y sus cardenales, seguidos de arzobispos y obispos, y luego los párrocos, los vicarios, los simples curas, los diáconos, los subdiáconos, a continuación los monjes, y finalmente los Capuchinos." La visión de Voltaire está bastante viva todavía hoy, lo que yo veo saludable en tanto que nos advierte de que los modelos del orden natural serán siempre utilizados por algunos para justificar un particular orden social. Pero hay el peligro también del proceso inverso, de usar nuestros ideales acerca de lo que la sociedad debería ser para influir en nuestra manera de comprender la naturaleza. Muchas de la falacias en lo que se llama vagamente "ideas y teorías New Age", me parece que se remontan a este tipo de actitud (como sucede también, quizá, con la antipatía hacia la jerarquía por parte de algunos científicos, como Gould). Y aunque ninguno de estos problemas atañe únicamente a la visión jerárquica, ella es especialmente vulnerable a estos abusos, simplemente porque afirma sincera y abiertamente que el orden social forma parte del orden natural.
Durante más de un siglo, la Gran Cadena ha estado en gran medida ausente como idea unificadora en el pensamiento occidental. Pero su visión jerárquica de la vida, que constituía su núcleo central, ha re-emergido en las pasadas décadas por varias razones principales. Primero, a comienzos de la década de 1960 muchas personas empezaron a tener experiencias de estados superiores de conciencia. Una generación entera, que había nacido agnóstica, tal vez la primera generación que había madurado bajo la idea de la muerte de Dios en toda su fuerza, experimentó la evidencia de que hay de verdad un estado superior del ser. Para muchos individuos significó percatarse por primera vez de que Dios no es sólo la invención de una Iglesia corrupta, ni un concepto abstracto de los filósofos, sino que existe realmente. La idea de que los seres humanos no son la más alta forma de vida, ya no era una especulación; estaba respaldada por la evidencia empírica directa.
Un segundo factor principal de revitalización de la visión jerárquica ha sido la reacción a una creciente fragmentación de la ciencia. En tanto que los investigadores de cada área científica han sondeado cada vez más profundamente la realidad, les ha sido cada vez más difícil comunicarse entre sí. Pocos físicos entienden mucho de biología; pcos bioquímicos son versados en psicología. En un esfuerzo para llenar esos huecos, ha habido una fuerte tendencia académica durante las dos pasadas décadas para formar nuevos campos interdisciplinarios, que combinen los conceptos, hallazgos y métodos de varias disciplinas tradicionales. Como podía esperarse, esos esfuerzos empezaron con temas no demasiado apartados, como la química y la biología, o la biología y la psicología. Desde las décadas de 1960 y 1970, los programas interdisciplinarios se han vuelto muy comunes en la mayoría de las universidades, y algunos de ellos - tales como la biología molecular, la biología celular, y la neuro-biología - han desarrollado el "status" de disciplinas autónomas de pleno derecho.
A medida de que se iban estableciendo enlaces como estos, las conexiones se volvía progresivamente más amplias, profundas y fuertes. No es tan raro ver ahora, por ejemplo, conferencias que reúnan a gentes de campos que abarcan desde la biología a la economía, desde la física a la religión. Ni es raro ver libros como éste, en que se discuten muchos de estos temas. El escritor John Brockman arguye que, de hecho, ha emergido una "tercera cultura" que trata de llenar el viejo hueco entre las ciencias "duras", por una parte, y las ciencias sociales y humanidades, por otra. A pesar de que todavía es grande la brecha entre ambos ámbitos, se han obtenido grandes beneficios, como el desarrollo de teorías que resaltan la interconexión de la realidad, la centralidad de las relaciones entre diferentes formas de vida (Capra 1996). Este trabajo aporta una diferencia clave entre el nuevo concepto de jerarquía y la Gran Cadena original.
Además de esas dos fuerzas configuradoras de la visión jerárquica, hay una tercera, proveniente de la propia ciencia tradicional. Cualquier nueva cosmovisión tiene que ser consistente con la evidencia que soportaba a la cosmovisión anterior. Mucha de la evidencia que soporta a la nueva visión jerárquica proviene de descubrimientos científicos bien establecidos, si bien recientes. La organización jerárquica se reconoce ahora como principio clave en la comprensión de las células (Becker y Deamer 1991), los organismos (Raff 1996), y las sociedades de organismos (Allen y Starr 1982; Fukuyama 1998), como también en los procesos evolutivos que generaron esas formas de existencia ( Maslow 1968; Loevinger 1977; Habermas 1979; Wilber 1980, 1981; Allen y Starr 1982; Odum 1983; Mayr 1988; Raff 1996; Sober y Wilson 1998). El término "nivel de existencia" está ahora consolidado para muchos científicos, tanto que no es fácil recordar que sólo hace pocas décadas no se utilizaba nunca.
(...)
Casi todos los científicos reconocen ahora que hay niveles de existencia, cada uno de los cuales trasciende e incluye al nivel inmediatamente inferior, y cada uno con sus propiedades emergentes particulares.
(...)
La visión "holárquica" de la realidad consiste, pues, en una serie de niveles o microcosmos, cada uno dentro del que le sigue. Algunos de estos niveles son accesibles a la ciencia, algunos al espíritu. Más específicamente, los métodos de la ciencia son más apropiados para investigar los fenómenos que caen debajo de nuestro propio nivel de existencia, mientras que los métodos del espíritu son más apropiados para investigar los niveles por encima del nuestro. Los fenómenos de nuestro nivel de existencia, especialmente los estadios superiores de la organización social, quedan en un ámbito intermedio, más accesibles a los métodos intersubjetivos de la filosofía y las ciencias sociales.
Por lo tanto, la cosmovisión holárquica provee una unificación conceptual de la ciencia y el espíritu, una vía para organizar los datos de cada uno y relacionarlos con los del otro. Además, la operación de analogías entre diferentes niveles de existencia - uno de los principios centrales de la holarquía - sugiere nuevas formas de comprender ciertos conocidos fenómenos, así como la posibilidad de predecir otros actualmente desconocidos. Con respecto a la primera de estas posibilidades, hemos visto que el darwinismo puede ampliarse postulando procesos evolutivos análogos en otros niveles de existencia. Con respecto a la segunda, la futura evolución del planeta puede seguir etapas de organización que pueden ser entendidas esquemáticamente en niveles inferiores.
(...)
Aunque la visión científica ha triunfado, cambiando mucho de nuestras vidas, la religión ejerce todavía una inmensa influencia sobre la mayoría de la gente. Mientras que muchas religiones aceptan actualmente la idea de la evolución, mantienen no obstante la idea de un Dios que ha precedido a todas las cosas del universo. Y esta posición no se ve como infundada o anticuada, aún después de siglo y medio de teoría evolucionista. Es muy difícil explicar algunas transiciones evolutivas en términos de procesos físicos y biológicos conocidos. Ello ha llevado a algunos científicos, como Michael Behe (1996) y Dean Overman (1997) a sostener que la evolución no puede proporcionar una explicación completa de la realidad. Por otra parte, aun aceptando la premisa de que todas las lagunas podrán llenarse satisfactoriamente mediante trabajos futuros en la teoría darwiniana, los procesos auto-organizados, y hasta nociones radicales como los "campos mórficos", todavía nos quedará la cuestión de cómo comenzó todo. Si el universo comenzó con materia física, ¿qué creó a la materia?
Debido a dudas como éstas - para no mencionar la necesidad de entender cuestiones de valores, moral, y significado de la vida - hay todavía amplio sitio para una concepción de Dios en la lógica de hasta la gente más inteligente y bien informada. Las encuestas han mostrado consistentemente que alrededor del 90% de los estadounidenses creen que Dios ha desempeñado algún papel en nuestra creación. Aunque tal vez la mitad de esa gente adopta un punto de vista fundamentalista en el que la evolución juega muy poco o ningún papel, la otra mitad no ve ningún conflicto entre Dios y la evolución (Johnson 1997). En realidad, hay un significativo número de teólogos y religiosos que están intentando activamente incorporar los últimos avances científicos sobre la evolución, incluidos los fenómenos cuánticos y los procesos auto-organizados, en su cosmovisión religiosa (Richardson 1996; Polkinghorne 1997; Peacocke 1997).
Aun así, si el argumento a favor del espíritu no fuera más que éste - ¿de dónde vinimos? - no podríamos culpar a la mayoría de los científicos por ser ateos. A pesar de que la visión científica no ha proporcionado todavía una respuesta completa a esta pregunta, es innegable que ha progresado enormemente en este sentido. La evolución del universo físico, empezando por el Big Bang, y la evolución de la Tierra, empezando por la materia física, han sido comprendidas al menos en términos generales; lo que queda por explicar es muchísimo menos de lo que había hace sólo un siglo. Hasta la última pregunta de cómo empezó todo, que se consideró por largo tiempo como totalmente fuera del alcance de la ciencia, está siendo abordada seriamente; se ha estado sugiriendo que algo podría emerger literalmente de la nada mediante una fluctuación cuántica (Davies 1992). No se trata de si esta idea, o cualquier otra especulación acerca de nuestros orígenes, es correcta; se trata de que si extrapolamos el progreso científico hacia el futuro basándonos en lo conseguido en el pasado, ¿no parece enteramente probable que se eliminará eventualmente la necesidad de Dios como dispositivo explicatorio?
(...)
Según la concepción mística, sin embargo, la conciencia superior hace más que sólo crear el mundo físico. Lo guía en su evolución de alguna manera, le infunde propósito para conseguir que lo inferior se convierta efectivamente en lo superior (Teilhard de Chardin 1959; Aurobindo 1985; Wilber 1981). Esta concepción, me parece, no es fácil de conciliar con los hechos de la evolución tal como ahora los entendemos. No podemos negar que el proceso ha empleado un tiempo increíblemente largo para conseguir llegar a donde está, un período mayor en varios órdenes de magnitud al de desarrollo de cualquier nuevo organismo. Por lo demás, aunque lo superior ha seguido a lo inferior, no ha sido un proceso completamente lineal. La evolución es más bien un matorral que un árbol, dice Stephen Jay Gould (1977, 1990). A pesar de que creo que él pierde de vista el bosque en medio de sus matorrales, podemos ver ciertamente que, aun si era inevitable la evolución de los seres humanos, o de alguna forma de vida relativamente inteligente, no apareció de la manera más directa posible. Si una forma de vida superior está guiando el proceso, está ciertamente operando bajo restricciones muy fuertes.
(...)
A pesar de que el darwinismo se percibió ampliamente como incompatible con la actividad de un Creador para la emergencia de vida sobre la Tierra, el principio de selección no ha encajado nunca con perfecta facilidad en el mundo "natural". Como han señalado muchos biólogos evolucionistas, el término parece implicar algun tipo de agente externo; no tanto niega la actividad de Dios como re-interpreta lo que esa actividad es: "La noción de Darwin, de selección natural, puede entronizarse en el sitial de Dios como agente creativo. La estructura conceptual ya está lista; sólo se necesita una especie de revolución y regicidio. La selección se desliza hacia el sitial de agente creador de orden en la variedad caótica."
Fue por este motivo, seguramente, que Herbert Spencer - no Darwin - sugirió el término "supervivencia del más apto", que parecía dejar en claro la no intervención de ningún agente sobrenatural. Sin embargo, el uso de este término acarrea sus propios problemas. Karl Popper, uno de los filósofos más despiadadamente críticos de este siglo, lo acusó de ser tautológico, es decir, de auto-definitorio o circular (1976): ¿Por qué sobrevive una especie en particular? Porque es más apta. ¿Cómo se determina su aptitud? Por su supervivencia. La mayoría de los darwinistas creen que Popper ha sido refutado (Stamos 1996), pero ni la aptitud ni la supervivencia parecen haber encontrado todavía una definición enteramente independiente una de la otra. Lima-de-Faria (1988) apunta, además, que la selección es uno de los muy pocos términos científicos fundamentales que no pueden expresarse en unidades mensurables.
La raíz de este problema, seguramente, está en que los darwinistas, al enfocar la adaptación, se dirigen a un objetivo móvil. Las fuerzas de selección, mientras ellos las definen, están cambiando constantemente. Mientras evolucionan los organismos, también lo hace su entorno, el cual en gran medida está compuesto de estos organismos. Así, un entorno que favorece cierta clase de ajuste adaptativo puede cambiar posteriormente - en realidad, cambiará usualmente con el proceso evolutivo - de manera que ya no favorecerá esa particular adaptación. Esto hace que sea esencialmente imposible predecir a priori qué características son adaptativas. El ajuste adaptativo y la supervivencia están muy determinados por el contexto. Tal vez una manera mejor de definir la selección sería como la supervivencia de los más "estables", como sugiere Dawkins, o de los más "eficientes" - esto es, de aquellas formas de vida que transforman energía con el mínimo gasto, o disipación. Aunque en cierto sentido tal definición sigue siendo tautológica, tiene claramente el potencial de romper el círculo. Con suficiente conocimiento de los organismos y otras formas de vida, deberíamos ser capaces de medir su eficiencia y así poder juzgar a priori su capacidad de supervivencia. La eficiencia, como la supervivencia, es relativa y contextual, pero está enraizada en características que no lo son.
(...)
Como debería ser obvio, la selección definida en términos de eficiencia implica marcadamente una organización holárquica (...) Ya que esta clase de selección implica el desarrollo de formas superiores de vida, podemos preguntar legítimamente si también implica la pre-existencia de lo superior. Aquí, me parece, es cuando entramos en la "tierra-de-nadie" de los argumentos sobre el diseño inteligente versus la evolución "de abajo hacia arriba" (bottom-up). Hasta algunos científicos que rechazan por completo la idea de que el universo haya sido creado por una inteligencia superior reconocen que hay un problema para comprender por qué el universo tiene estas particulares leyes físicas. Si estas leyes implican un potencial, presente desde el comienzo, para el desarrollo de formas de vida muy superiores (más energía, más información, más complejidad), ¿no es esto una especie de argumento a favor del diseño?
(...)
He intentado mostrar que, aunque hay cierta contingencia en la evolución, el proceso conduce inevitablemente a una organización holárquica de la existencia, en la que emergen niveles superiores que incluyen y trascienden a los inferiores. Según la visión holárquica, por lo tanto, lo que está pasando sobre la Tierra actualmente, sin tener en cuenta todos sus detalles contingentes, es la evolución progresiva de esta holarquía. Muchos tipos diferentes de cambios holárquicos están ocurriendo, pero el central puede ser, de hecho, la emergencia de un nuevo nivel planetario de existencia, uno que trasciende e incluye toda la vida física, biológica y mental de la Tierra. Esta posibilidad ha sido sugerida desde hace tiempo por otros (Teilhard de Chardin 1959; Ouspensky 1961; Aurobindo 1985; Russell 1995).
<pág.ant._____________________________________________________________________________________________pág.sgte>
|